Basta observar los apellidos para saber que los pueblos de San Cristóbal y Cúcuta y circunvecinos son colombo-venezolanos desde sus raíces, pues fueron integrados inicialmente por las gentes de las provincias de Mérida y Pamplona; luego a San Cristóbal se le anexó gente de Barinas y a Cúcuta gente de Maracaibo, por razón del comercio. Esa es la conformación de nuestra idiosincrasia andina, de campesinos […][1].
Doble lectura y representaciones divergentes de los conflictos y tensiones fronterizas
Dos enfoques metodológicos se requieren para bordar las posibilidades de la post-reapertura de la frontera colombo-venezolana, en función de las políticas nacionales del nuevo gobierno: de una parte, las dinámicas territoriales y regionales fronterizas cultural y ecológicamente compartidas y, de otra parte, las miradas desde afuera por las políticas binacionales. Esto con el fin de superar el reduccionismo economicista y entender la complejidad de la extensa geografía fronteriza, para lo cual es necesario entender las implicaciones de la común estrategia cultural de transformación de los ecosistemas altoandinos y valles interandinos por parte de las comunidades y poblaciones, como referentes de representaciones simbólicas subyacentes desde periodos prehispánicos, poscoloniales y posrepublicanos; es decir, la cultura.
Sin embargo, la lectura y tratamiento desde Bogotá y Caracas de los problemas fronterizos tiene consecuencias en el desatino de las políticas públicas a-espaciales o anti-regionales, desconociendo las pluridiversidades eco-culturales que configuran el complejo tejido de la vasta región fronteriza. Esto ha implicado un vacío que restringe posibilidades para abordar realidades emergentes en los últimos veinte años (pospandemia covid-19, tensiones políticas binacionales), leídas parcialmente sólo por el tema económico asociado a la balanza comercial y la drástica baja del comercio[1], y el aumento del “contrabando de extracción”[2].
Entonces es necesario considerar que la línea fronteriza colombo venezolana, de 2219 kilómetros, la de mayor longitud del país, no puede reducirse sólo a los bordes de siete departamentos colombianos colindantes con cuatro estados venezolanos. Pues, a lado y lado de esta línea, desde el periodo prehispánico, colonial y posrepublicano se ha consolidado la ocupación humana de tres eco-regiones fronterizas: la llanura aluvial Orinoco-amazónica (departamentos de Guainía, Vichada, Arauca y estados de Apure y Amazonas), la región andina oriental (departamentos de Norte de Santander, Boyacá, Santander y estados de Táchira, Mérida y Barinas) y una región Caribe (departamentos de Guajira, Cesar y el estado Zulia).
Mapa 1. Línea fronteriza colombo-venezolana y topografía de la región andina oriental.
Al respecto, hay un vacío histórico institucional en políticas fronterizas que expresa el marcado centralismo con que se tratado el problema por todos los gobiernos desde el siglo pasado. pues las regiones y territorios de las periferias de Caracas y Bogotá, se autoconstruyen con lazos de solidaridad y redes familiares (intergeneracionales) que constituyen el tejido social y el sistema de reproducción de la cultura fronteriza para resistir a las tenciones binacionales centrales de las élites políticas.
Mapa 2. Región fronteriza andina colombo-venezolana, con énfasis en la relación de los departamentos de Santander y Norte de Santander hacia el estado de Táchira.
En este sentido, permanecen en el tiempo geo-natural los ecosistemas andinos transformados en generaciones: de alta montaña y páramos como Santurbán y Mérida, valles los ríos Catatumbo (Colombia), Palmar, Santa Ana, Escalante, Limón, Motatán y Chama (Venezuela), que alimentando la cuenca Caribe del Lago de Maracaibo, así como los tributarios de la cuenca del Orinoco, que, en conjunto, albergan los depósitos de hidrocarburos (gas y petróleo).
Consolidación del sistema urbano regional fronterizo transandino
Esta Unidad Biogeográfica Binacional (UBB) posee rasgos socioterritoriales singulares y comunes, conforme a la distribución espacial de lugares centrales y aglomeraciones que configuran y se integran al sistema urbano-regional transandino de Áreas Metropolitanas de Bucaramanga-Cúcuta-San Cristóbal-Mérida, que constituyen multicentralidades en los departamentos de Santander y Norte de Santander, en Colombia, y los estados de Táchira, Mérida y Barinas, interconectados por el corredor vial transversal Caracas-Bogotá-Buenaventura.
La dinámica de este sistema ha facilitado el tránsito de cadena de suministro de la otrora industria manufacturera y dinámica comercial de los dos países, incluyendo derivados del petróleo y el dinámico “de extracción” (contrabando) hasta 2010, y, de allí en adelante, la incursión de la cadena de producción, distribución de cocaína y marihuana, iniciada en el Catatumbo por organizaciones de narcotráfico transnacionalizadas e indexada por las organizaciones guerrilleras que ejercen control territorial en toda la cuenca del Catatumbo y Ocaña.
[..] hay un vacío histórico institucional en políticas fronterizas que expresa el marcado centralismo con que se tratado el problema por todos los gobiernos desde el siglo pasado
El reto de restauración de la institucionalidad fronteriza
En la década de los años ochenta, los gobiernos centrales crearon una especie de sistema institucional, que por el lado de Venezuela fue creado por el presidente Carlos Andrés Pérez, llamándolo Comisión presidencial de asuntos fronterizos colombo-venezolanos (COPAF, 1989)[3], con funciones de gestión de los desacuerdos y tenciones. Luego, se llamó Comisiones de vecindad y en el 2000 pasó denominarse Comisión Presidencial de Integración y Asuntos Fronterizos (COPIAF).
Retomar y revisar este marco institucional es necesario, involucrando las escalas espaciales (regionales y territoriales) de gestión descentralizada para armonizar la política nacional asociada a los ajustes del sector externo, balanza comercial y sistema cambiario. En este mismo sentido, la COPIAF debe tener mecanismos territorialmente descentralizados complementarios y subsidiarios en planeación e inversión, para la futura integración económica fronteriza con infraestructura de transporte multimodal accesible al flujo de población, bienes y servicios interregional-fronterizos, retomando experiencias de finales del siglo XX, asociado a la viabilización de los tratados comerciales entre los dos países[4].
Implicaciones económicas binacionales
Los conflictos políticos entre los gobiernos definitivamente terminaron parando la dinámica económica binacional y regional, pues en 2020[5], en plena restricción por la pandemia de covid-19 ya el comercio apenas llegaba a USD 221 955 882 (USD 195 980 793 en productos colombianos y USD 25 975 089 en productos venezolanos). Para el primer semestre de 2021, el intercambio comercial descendía a USD 222 624 143 (USD 187 758 665 en productos colombianos y USD 34 865 478 en productos venezolanos), cuando en los años 2002 a 2007 había llegado a USD 7211 millones el intercambio entre los dos (tabla 1, grafica 1).
Tabla 1. Comercio binacional Colombia Venezuela 1997-2021. Fuente: DIAN, DANE, CNN (Press), 2022.
Grafica 1. Comercio binacional Colombia-Venezuela, años 2008-2021. Fuente: DANE, Cámara Colombo Venezolana.
Los impactos en toda la región fronteriza afectaron la industria manufacturera y el comercio binacional, al tiempo que se abandonó la infraestructura de regulación de migraciones y el intercambio de bienes (alimentos, productos manufacturados, materias primas, servicios) y tránsito vehicular terrestre, marítimo y aéreo. Por ejemplo, para el caso del departamento de Norte de Santander y el Área Metropolitana de Cúcuta, el desempleo pasó del 13 % en 2016 a 18 % en 2020 (grafica 2; DANE, 2021)[6], notándose una leve recuperación en el primer semestre 2022, que bajó al 13.9 % (DANE, 2022), indicando con ello la importancia de reactivación de la economía binacional: instituciones y economía.
Gráfica 2. Comportamiento de la tasa de desempleo, cifras en porcentaje septiembre-noviembre de 2021. Fuente: DANE, 2021.
Como se observa, el superávit de balanza comercial colombiana fue subestimado por el gobierno nacional después del 2008, provocando decisiones de cierres fronterizos de 2015 y 2019[7] y la pandemia de covid-19, en 2020, que dieron al traste con la economía binacional y fronteriza. Sin embargo, de manera ilegal, las redes familiares intrafronterizas se sobrepusieron y retaron la institucionalidad migratoria blindando el tejido social fronterizo entre Mérida, Zulia, Táchira, Apure, Norte de Santander, Arauca, Cesar y la Guajira, a través del cual se configuró un comercio el bienes vitales y humanitarios (alimentos y medicamentos), complementados con los servicios de educación y salud primaria.
Estas decisiones declinaron las proyecciones de suministro venezolano de la industria petroquímica (polipropileno, vinilo) para la industria colombiana de producción de fibras sintéticas, para los textiles, plástico y fertilizantes para el sector agroindustrial, encadenado a los petroquímicos. Igualmente, la industria siderúrgica venezolana suministraba más de 10.000 tn/mes de laminados en caliente para la industria colombianas de empaques para alimentos y para industria metalmecánica[8]. Al respecto, con el gobierno del presidente, en 2022 empezó a crecer la importación de estos rubros, con respecto a 2021, en 70 % a 78 %, y las exportaciones y las exportaciones en un 142 %, perfilándose el potencial de integración económica binacional.
Respecto a las positivas perspectivas, Germán Umaña, presidente ejecutivo de la Cámara Colombo Venezolana, señala (Celis, 2022): “En el corto plazo, la apertura de la frontera, el transporte terrestre, las inversiones, la normalización de las relaciones consulares; todo esto va a significar romper algo que es dramático. Pues, ¿qué ha pasado con el cierre de la frontera? En Táchira, como en Norte de Santander, el desempleo es más alto, el ingreso per cápita es más bajo, la pobreza multidimensional en Norte de Santander es 25 % mayor”. Mientras que Contreras (2022), estima el crecimiento del comercio binacional para el 2022 en USD 1200 millones.
“En el corto plazo, la apertura de la frontera, el transporte terrestre, las inversiones, la normalización de las relaciones consulares; todo esto va a significar romper algo que es dramático. Pues, ¿qué ha pasado con el cierre de la frontera? En Táchira, como en Norte de Santander, el desempleo es más alto, el ingreso per cápita es más bajo, la pobreza multidimensional en Norte de Santander es 25 % mayor” Germán Umaña
Sin embargo, es indispensable aclarar que según estimaciones de Contreras (2022). “alrededor del 60 % del intercambio mercantil entre ambos países se concretaba a través de la frontera de Táchira y el Norte de Santander”, lo que eleva la importancia de las consideraciones arriba expuestas sobre la territorialización-regionalización de las nuevas políticas fronterizas, que podrían representar más de USD 2200.
Capítulo aparte amerita el análisis de los sistemas territoriales de producción agropecuaria desde pisos térmicos de páramo y andinos, pues abastecen parte de la demanda alimentaria de la población como de las cadenas de suministro de materia primas de la industria manufacturera de Mérida, San Cristóbal, Cúcuta, Pamplona y Bucaramanga (tabla 2), cuya influencia y flujos de intercambios articulan 7 270 983 habitantes de la región fronteriza andina (departamentos de Norte de Santander y Santander, estados de Táchira, Barinas y Mérida).
Así mismo, el potencial de absorción-agregación de valor se basaría en los mercados de trabajo que se configuran a lo largo del sistema urbano-regional-fronterizo.
Al respecto, coexisten grandes empresas (11 %) con el 89 % de microempresas y pequeñas constituyen el tejido socioeconómico urbano al lado y lado de la frontera ÁMC- Ureña-San Antonio-ÁM de San Cristóbal. Estos centros urbanos o aglomeraciones tienen un rol mayor en funciones económicas de distribución respecto a la aglomeración económica del Área Metropolitana de Bucaramanga, concordante con la mayor concentración de población (tabla 2).
Tabla 2. Distribución de la población en región andina fronteriza Colombo-venezolana.
Rasgos de la estructura económica
Para el caso de San Cristóbal, la composición del producto presenta rasgos similares a las economías metropolitanas de Cúcuta y Bucaramanga, particularmente en cuanto a la debilidad de la industria (18 %), y la preponderancia del comercio, que representa el 43 %, restaurantes y hoteles (10 %), transporte, almacenamiento y comunicaciones (8 %), construcción (7 %) y servicios comunitarios y sociales (5 %) que junto con la red de lugares centrales manufactureros regionales como la zona industrial de Ureña, la más grande y diversa del estado (carrocerías, plásticos, textiles, muebles, construcción, entre otros), constituyen un potencial. Le siguen en importancia la industria alimentaria (lácteos, confiterías, conservas, café, panaderías típicas); metalmecánica automotriz (fabricación de autobuses); las artesanía (hamacas, textiles, alfarería, talabartería, ebanistería, tenería); industrias mineras (extracción de carbón, asfalto, yeso); manufacturas (textiles, fábricas de calzado, ropa, cuero), industrias principalmente ubicadas en la zona fronteriza donde funciona el complejo hidroeléctrico Uribante-Caparo, la central azucarera del Táchira (Cazta), Ureña.
El Área Metropolitana de Cúcuta se caracteriza por la conurbación fronteriza San Antonio-Ureña-Villa del Rosario-Los Patios-Cúcuta-Puerto Santander, que alberga los flujos de población, mano obra, comercio intrafronterizo y hace de puerto seco del tránsito automotor entre Caracas-Bucaramanga-Bogotá-Medellín-Barranquilla.
Tabla 3. Composición/tamaño de la estructura empresarial de Cúcuta.
Alrededor de 51 empresas (tabla 3) absorben parcialmente la oferta de mano de obra, ya que las cifras de desempleo reciben el mayor peso de absorción en la microempresa, que representa el 98 % (50 200 microempresario) del empleo toral, y la grande empresa sólo el 0.2% (tabla 3).
Queda pendiente por explicar la relación entre las dinámicas de empleo y la frágil estructura y composición de las economías urbanas y su débil articulación con la ruralidad de los estados y departamentos regional-fronterizos, constituyéndose en un desafío en el inmediato futuro. Sin embargo, mientras se llena este vacío, podemos adelantar rasgos generales que muestran un gran potencial en perspectiva de los planes de apertura y reactivación de las dinámicas de desarrollo fronterizas.
Bibliografía
[1] Tomado de: Carrero Becerra, Manuel Waldo (2013, agosto 27). Intentos de unión fronteriza colombo-venezolana. Crónicas de Cúcuta (Blogspot). http://cronicasdecucuta.blogspot.com/2013/08/431-intentos-de-union-fronteriza.html
Cámara de Comercio De Cúcuta.
Cámara de Comercio Colombo Venezolana.
Cámara de Comercio de San Cristóbal.
Celis, Luis (2022, julio 14) La relación Colombia-Venezuela vista desde la economía de las fronteras: entrevista a Germán Umaña, presidente ejecutivo de la Cámara Colombo Venezolana. El Espectador, Bogotá. https://www.elespectador.com/economia/la-relacion-colombia-venezuela-vista-desde-la-economia-de-las-fronteras/
Centro Nacional de Memoria Histórica (2014). Cruzando la frontera: memorias del éxodo hacia Venezuela. El caso del río Arauca. Bogotá, CNMH, 335 p. Disponible en: https://www.centrodememoriahistorica.gov.co/descargas/informes2015/nacion-desplazada/cruzando-la-frontera.pdf
Contreras, Brian (2022, junio 21). Comercio entre Colombia y Venezuela podría triplicarse en 2022 tras victoria de Petro. TalCual, Caracas. https://talcualdigital.com/comercio-entre-colombia-y-venezuela-podria-triplicarse-en-2022-tras-victoria-de-petro/
Molano-Rojas, Andrés (ed.). (2016). Las fronteras en Colombia como zonas estratégicas: análisis y perspectivas. Bogotá, Instituto de Ciencia Política Hernán Echavarría Olózaga, 278 p. Disponible en: https://biblio.flacsoandes.edu.ec/shared/biblio_view.php?bibid=141833&tab=opac
Pastoral Social Cúcuta-Norte de Santander.
Servicio Jesuita a Refugiados (2018, abril 17). Venezuela: Informe de contexto frontera colombo-venezolana 2017. Bogotá, Servicio Jesuita a Refugiados, 34 p. Disponible en: https://www.refworld.org.es/docid/5d3f291c7.html
[1] En el 2002, Venezuela era el segundo país proveedor de Colombia (después de Estados Unidos) superando a cualquier país europeo y a cualquier otro país latinoamericano, 6.2 % de las compras colombianas provenían de Venezuela. En el 2010, exportando Venezuela a Colombia sólo un monto de USD 304 millones, quedó relegada al lugar 24 en el ranking de los proveedores internacionales de Colombia, y esas ventas significaron escasamente el 0.75 % de las compras internacionales de dicho país (LegisComex, 2021).
[2] Contrabando de Extracción: Incurre en delito de contrabando de extracción, y será castigado con pena de prisión de catorce (14) a dieciocho (18) años, quien mediante actos u omisiones, desvíe los bienes, productos o mercancías de cualquier tipo del destino original autorizado por el órgano o ente competente, así como quien extraiga o intente extraer del territorio nacional bienes destinados al abastecimiento nacional de cualquier tipo, sin cumplir con la normativa y documentación en materia de exportación.
[3] El gobierno de Venezuela. Decreto Presidencial n.o 109 (27 de marzo/1989). Pérez, Carlos Andrés; Barco Vargas, Virgilio (28 de marzo de 1989). Declaración de Ureña/Pérez. Carlos Andrés; Barco Vargas, Virgilio (6 de marzo de 1990). Acta de San Pedro Alejandrino.
[4] Debe anotarse que a instancias de la Comunidad Andina el “Acuerdo de Cartagena” de “zona de libre comercio” donde Venezuela ingresó durante la década de los años 90, la dinámica comercial binacional colombo-venezolana inició con arancel externo común del 90 % (Celis, 2022).
[5] La pandemia de 2020 sólo empeoró la situación: Colombia cerró sus fronteras en marzo de ese año, aunque volvió a abrirlas en junio de 2021. Cerraron principalmente los puentes internacionales Simón Bolívar, Santander y Unión, entre el departamento de Norte de Santander (Colombia) y el estado de Táchira (Venezuela), aunque otros pasos, como Maicao, en el departamento de la Guajira (Colombia) y Maracaibo, en Zulia (Venezuela), permanecieron parcialmente abiertos.
[6] Para el caso de Venezuela, las cifras del FMI sitúan el desempleo en el 58 % en 2020, mientras que fuentes oficiales venezolanas lo hacen entre el 7 % y 10 % (Logi-Comex, 2020-2021).
[7] La extensa frontera, por donde han pasado personas y mercancías desde hace siglos, fue cerrada en 2015 por el gobierno de Venezuela tras un enfrentamiento entre fuerzas de seguridad venezolanas y civiles, que el presidente Maduro atribuyó al “paramilitarismo” en Colombia y por el cual culpó al expresidente colombiano Álvaro Uribe Vélez. De acuerdo con la CCV, con el cierre parcial de fronteras el exiguo del intercambio comercial fue procesado por las aduanas de Maicao y Cartagena en Colombia, y un papel clave del puerto de Barranquilla en las importaciones hacia Colombia (desde Venezuela).
[8] Además, Venezuela tenía importante producción de aceros redondos demandados por la industria colombiana de la construcción, con una integración e intercambio intraindustrial entre ambos países. Así como la oferta de aluminio venezolano para todo el sector de metalmecánica y el sector automotriz.