Transición energética, apuntes desde lejos

Hace ya algunos años escuchamos aquí, en Argentina, el discurso de Gustavo Petro fundamentando el por qué trabajar bajo la lógica del aguacate frente a la lógica imperante del petróleo.

 

Años después seguimos entusiasmados al ver cómo estas propuestas se unían a las de los poderosos movimientos sociales y ambientales colombianos para transformarse en propuesta de gobierno para las elecciones y, ahora, en programa de gobierno.

 

Es el primer gobierno que llega al poder planteando explícitamente abandonar la lógica petrolera y construir una Colombia que se sostenga bajo otra lógica energética. Propuesta que los progresismos latinoamericanos, en general, han cancelado sucumbiendo al desarrollismo fósil, como si fuera la única alternativa.

 

Sin dudas la propuesta no resulta un camino sencillo, en primer lugar porque disputa la lógica establecida que indica que el único camino para superar nuestros problemas se asocia a la extracción indiscriminada de recursos naturales.

 

En este camino resulta indispensable apoyar la propuesta del nuevo gobierno colombiano, disputar sentidos y aportar miradas, proponer, debatir, opinar. Vayan entonces estas miradas y opiniones a riesgo de que nos digan que nos estamos entrometiendo en sus cosas. Sepan que las sentimos nuestras, de vuestros avances seguramente saldrán las nuevas propuestas para el continente.

 

Los apuntes presentados intentan dar cuenta sólo de algunos aspectos que entendemos necesarios abordar. Por supuesto, incompletos y seguramente polémicos.

 

Algo de información

 

Tal vez el primer tema a abordar es la lógica del cambio. En este sentido es necesario tener en cuenta la relación entre producción, consumo interno y exportaciones de energía, para poder analizar dónde concentrarnos.

 

En este sentido y de acuerdo a OLADE[1], con datos de 2020, la producción total de energía ascendió a 107 Mtep (millones de toneladas equivalentes de petróleo), mientras que el consumo interno alcanzó los 28.68 Mtep, contabilizándose como exportaciones totales de energía 81.01 Mtep. Esto muestra el perfil fuertemente exportador de energía, básicamente de petróleo y carbón.

 

Gráfica 1. Relación de producción, consumo y exportación de energía. Fuente: OLADE (2020).

 

 

Gráfica 2. Estructura de fuentes energéticas. Se habla de energía en general y no sólo electricidad, que es solo una parte menor de la estructura. Fuente: OLADE (2020).

 

Claramente, la matriz interna de fuentes de energía tiene una alta preponderancia de combustibles fósiles, que suman en conjunto un 76 % de las fuentes energéticas en general.

 

En el siguiente gráfico (3) podemos observar la estructura de consumo de energía, aspecto que resulta esencial para pensar dónde colocar la mayor atención a la hora de pensar en la transición. En este sentido, observamos que entre el sector transporte y la industria consumen el 60 % de la energía. Tema relevante porque en muchos casos el sector transporte no se observa como un sector energético y suele, como es el caso colombiano, depender de espacios diferentes en la gestión; lo cual suele complejizar su abordaje.

 

Gráfica 3. Estructura de consumo de energía. Fuente: OLADE (2020).

 

El sentido de los cambios

 

El contexto de múltiples crisis globales, el agudizamiento de la problemática climática y el incremento de los conflictos asociados al acceso a los recursos, reflejado en el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, pero también presente en el fuerte incremento en gastos militares de las economías del norte, establecen un contexto complejo.

 

Este contexto nos obliga a pensar que, en la actualidad, cualquier proceso de transición debe ser pensado en clave de colapsos, potenciando la idea de generar condiciones locales y regionales que nos permitan fortalecer autonomías resilientes asumiendo el fuerte contexto de desigualdades.

 

De esta manera entendemos como mejor sendero aquel que nos permita desarrollar procesos de transición que transformen la estructura interna de producción y consumo.

 

El desafío central es cómo transformar el modelo productivo y las lógicas de vida, adaptándolas a la restricción climática en el contexto de desigualdades que indicamos. El centro de las preocupaciones deberían ser esas transformaciones. Las herramientas de esos procesos deberían ser desarrolladas a través de los recursos generados por una exportación decreciente controlada de las exportaciones energéticas.

 

Como vimos, la estructura de consumo interno es muy menor respecto a las exportaciones. Se requiere una planificación del financiamiento de la transición mediante esas exportaciones decrecientes. Por supuesto que esas exportaciones deben excluir la producción de energías extremas, como las explotaciones offshore o no convencionales, y requiere establecer algunos mecanismos de toma de decisión que obturen el paso de los proyectos más impactantes. Claro que esto no es lo ideal, pero entendemos que son procesos de transición, con todos sus grises.

 

En definitiva, lo central es construir una Colombia que no dependa internamente de los combustibles fósiles, que desarrolle otras formas de financiamiento en el largo plazo y que ponga en el centro la eliminación de la pobreza y las desigualdades.

 

El desafío central es cómo transformar el modelo productivo y las lógicas de vida, adaptándolas a la restricción climática en el contexto de desigualdades que indicamos. El centro de las preocupaciones deberían ser esas transformaciones. Las herramientas de esos procesos deberían ser desarrolladas a través de los recursos generados por una exportación decreciente controlada de las exportaciones energéticas.

 

 

¿Cuáles podrían ser algunos ejes sobre los cuales pensar?

 

Transporte

No habrá transición sin atacar fuertemente el sector transporte, en primer lugar porque, como en casi toda Latinoamérica. es el mayor sector de consumo de energía, y en segundo lugar porque básicamente son combustibles fósiles. El consumo se concentra fundamentalmente en gasolina y diésel.

 

El plantear metas de descarbonización en el sector requiere establecer metas de reducción de comercialización y uso de automóviles particulares de combustión interna. Esto implica un fuerte planteo respecto a la movilidad urbana, con fuertes inversiones para su transformación.

 

El otro alto componente del consumo es el del transporte de carga, en el cual seguramente alternativas como la ferroviaria para las largas distancias, incluso la eléctrica y el hidrógeno verde y la movilidad eléctrica para los transportes, como los denominados de última milla, en las ciudades pueden ser viables. Seguramente la geografía sea un elemento que complique las alternativas, pero también debemos pensar cómo disminuir las cargas, cómo las cosas circulan menos.

 

 

– Industria

Es el segundo sector de consumo de energía del país; sus consumos principales se basan en el uso de gas natural, carbón, electricidad y biomasa, en ese orden.

 

El desplazamiento del carbón en primer lugar y el gas luego, deberían ser los horizontes a plantear. Probablemente la principal finalidad de ellos sean los usos térmicos. Esto permitiría pensar en alternativas que dependen de las características de su uso, pero probablemente en algunos procesos se pueda usar sol para precalentamiento y analizar el uso de hidrógeno realmente verde para dichos fines.

 

Por supuesto que debiera haber un análisis respecto al modelo productivo, o sea qué se produce, para qué y para quién, que permita analizar qué sectores de la industria deban deprimirse en los próximos años y cuáles fortalecerse, en función de una economía con otra finalidad y lógica.

 

– Residencial

El sector residencial aún conserva un peso importante del uso de biomasa, probablemente no en las mejores condiciones. En segundo lugar, aparecen como fuentes utilizadas la electricidad y el gas natural. Seguramente hay fuertes diferencias entre la población urbana y rural.

 

Pero aquí aparecen como líneas de trabajo centrales el desarrollo de la energía solar térmica y una mayor electrificación de manera de desplazar gas. Esto requiere un trabajo muy sincronizado con las políticas de hábitat, así como una fuerte apuesta a la generación distribuida.

 

 

– Electricidad

La electricidad representa aproximadamente un 20 % del consumo final de energía. La matriz de producción de electricidad muestra que casi un 70 % de ella es producida por fuentes renovables, casi toda ella hidroeléctrica con una muy pequeña parte de fuentes no convencionales, pero creciendo. El otro 30 % se basa en combustibles fósiles, gas y carbón. Estimamos posible trazar un sendero de tiempo mediano para el abandono de la generación a carbón y sostener sólo lo indispensable de las térmicas más flexibles y eficientes a gas que permitan dar estabilidad al sistema eléctrico.

 

Sabemos que las hidroeléctricas tienen detrás una historia de conflictos territoriales. Esta situación debe abordarse con una perspectiva sociohistórica, atendiendo las propuestas de los afectados por represas que se han hecho desde la red nacional de pueblos afectados y amenazados por represas y trasvases.

 

Entendemos que el desafío consiste en un audaz proceso de incremento en la electrificación de los usos, pero con una apuesta a las fuentes renovables no convencionales y un fortalecimiento de la generación distribuida, de manera de no incrementar en demasía las necesidades de inversión en transmisión.

 

Transición no es sólo tecnología

 

Pensar y construir la transición energética en un contexto de múltiples crisis, de límites al desarrollo y de desigualdades requiere analizar las opciones tecnológicas desde otras perspectivas, que incluyen otros aspectos.

 

El primero de ellos se centra en la necesidad de desarticular el modelo mercantil capitalista y corporativo que rige la normativa y regulación del sector energético. Es necesario trabajar en un nuevo paquete normativo que establezca condiciones para un desarrollo con mirada de derechos alrededor de la energía. Por ejemplo, plantear alternativas a la lógica de las subastas como únicas opciones de desarrollo del sector.

 

El segundo aspecto, que además tiene carácter de urgencia, es atender la problemática de las pobrezas energéticas, agudizadas durante la pandemia. Este eje no abordado de manera asistencialista, sino generando condiciones para la construcción de mecanismos de satisfacción de necesidades de acuerdo a las realidades culturales y territoriales. Pero esto tiene dos caras; en un contexto de restricciones la energía se configura como una herramienta de redistribución de riqueza, con lo cual cobra sentido también la restricción de usos suntuarios de la energía en determinados sectores.

 

Pensar y construir la transición energética en un contexto de múltiples crisis, de límites al desarrollo y de desigualdades requiere analizar las opciones tecnológicas desde otras perspectivas, que incluyen otros aspectos.

 

Las políticas energéticas no pueden ser un espacio exclusivo de actuación de especialistas, debe ser parte de la construcción de una sociedad posextractivista donde la multiplicidad de saberes y cosmovisiones son contempladas. Esto requiere desarrollar, construir y fortalecer espacios ciudadanos de construcción de herramientas de políticas energéticas. Sin dudas hay tecnologías que pueden resultar sinérgicas con estas propuestas, por ejemplo, la generación distribuida, la construcción de políticas energéticas locales, las políticas de hábitat, entre otras. Nos referimos a un proceso de democratización de las herramientas de políticas.

 

 

Resulta central fortalecer las diversas alternativas de lo público, no sólo en lo que se refiere a la propiedad sino fundamentalmente a la gestión. Innumerables experiencias locales comunitarias, cooperativas, colaborativas nos muestran un camino posible.

 

Pero lo más importante es la lógica, desarticular la lógica mercantil, recuperar y fortalecer la idea de la energía como una herramienta que permite mejorar nuestras condiciones de vida en un marco de límites y de desigualdades.

 

Y lo más estimulante, es ver la posibilidad de transformar en realidad una transición energética popular.

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[1] Toda la información utilizada en el presente texto se basa en la información energética publicada por la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE) en el trabajo: Panorama energético de América Latina y el Caribe, publicado en Quito en noviembre de 2020. ISBN: 978-9978-70-138-6. Para acceder al recurso digital: https://www.olade.org/publicaciones/panorama-energetico-de-america-latina-y-el-caribe-2020/

Ingeniero Electricista. Magister en Sistemas Ambientales Humanos. Director del Observatorio de Energía y Sustentabilidad, UTN FRRo (Departamento de Ingeniería Eléctrica de la Facultad Regional Rosario, Universidad Tecnológica de Rosario, Argentina). Miembro del Taller Ecologista y del Grupo de trabajo Energía y Equidad.

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