¿Transición energética y agroenergética? Tensiones y perspectivas (parte II)

Presentación

 

En la primera parte ( Encuentros , núm. 27, octubre-noviembre de 2022), se esbozó la necesidad de una transición agroecológica con enfoque territorial asociado a soberanía y seguridad alimentaria, proponiendo tres condiciones: a) la regulación estatal de distribución de cargas y beneficios en torno al uso de los bienes y servicios ecosistémicos, con transferencia de rentas o subsidios a productores agroecológicos; b) articulación de sistemas de investigación y acceso universal y ciudadano al conocimiento de potencialidades y limitaciones ecológicas (biodiversidad, bienes, geo-recursos, flora y fauna) y acceso a app, redes y plataformas digitales para observar, monitorear e integrar saberes ancestrales y populares con los científicos;yc) incentivos a bancos regionales de germoplasma,

 

En este, es necesario anotar que el debate nacional, focalizado en que el petróleo corre el riego de banalizar sentido y despojar la transición de su significado histórico en todas las etapas de desarrollo de la sociedad, en las que la matriz energética primitivamente centrada en la biomasa, hoy se ha diversificado centrada en fósil. De esta manera, la transición de energías fósiles a renovables es y ha sido imperativo cultural y hace rato comenzó, aunque no ha sido lo suficiente para impactar el aumento de los gases de efecto invernadero (GEI).Aquí, es necesario reconocerle al gobierno colombiano actual el aporte de colocar el tema en la agenda y la discusión pública de “la transición energética”, hasta convertirlo en una necesidad social, que ha permitido ventilar apuestas por una diversificación de la matriz energética (fósil , fotovoltaica,

 

Son diversas las implicaciones, limitantes y desafíos en la gestión con eficiencia energética, pues aún las sociedades, se debaten entre las tensiones mercado-Estado, instituciones fraguadas en la modernidad, que enmarcan el paradigma del actual modelo de desarrollo desemboca en la separación humana de la naturaleza, para apuntalar la sociedad de consumo, que ha hecho de la obsolescencia programada el ariete de la mercantilización y sobreexplotación de los recursos naturales (el extractivismo).

 

El trance de la recomposición geopolítica alrededor del control de la producción y mercado de energía fósil, tiene un peso importante en las dificultades de la transición, dada la demanda de un Estado con capacidad de encarar la regulación y previsión de cagas y beneficios que apuntan a la justicia energética. Ello debe llevar a la sociedad en sus distintas organizaciones a asumir papeles y responsabilidades presididos por conocimiento adaptativo que considera la historia natural en su relación con sus rasgos culturales (como los patrones alimentarios) con el apoyo y acompañamiento de los centros regionales y/o territoriales , innovaciones que plantea el ministerio de ciencias en sinergia con los saberes ancestrales y populares.

 

[…] la transición de energías fósiles a

renovables es y ha sido imperativo cultural

y hace rato empezó, aunque no ha sido lo

suficiente para impactar el aumento de los

gases de efecto invernadero (GEI).

 

La transición energética constituye un reto ecológico, geográfico, cultural, científico, social, económico y político. Tal complejidad no se puede simplificar, pues aún presenta vacíos y grado de reduccionismo conceptual con una carga ideológica que sobredimensiona y/o subestima escenarios espacio-temporales (pasados, presentes y futuros), al no establecer la interdependencia entre ellos, lo cual no es sencillo. Al respecto, basta mencionar a grandes corporaciones transnacionales y organismos financieros multilaterales, cuando reduzca el problema al balance costo/beneficio económico financiero sin considerar el acceso socialmente desigual al cambio tecnológico, manteniendo así prácticas contaminantes; pero no se trata de un problema tecnológico, sino ético y político.

 

En este sentido, cabe recordar nuevamente que desde las sociedades primitivas la búsqueda de bienestar ha pasado por una sucesión casi cíclica de transiciones energéticas, en respuesta a los cambios climáticos y aumento de las presiones socioecológicas, que reduce la frontera ecológica de posibilidades de producción y , paradójicamente, incrementan la productividad, lo que sitúa el problema en el cambio tecnológico-cultural como centro de las transiciones energéticas. Desde esta perspectiva, los eventos catastróficos derivados del calentamiento global han conducido a crisis humanitarias alimentarias y hambrunas mundiales recurrentes [1] , mientras que contradictoriamente sobran y se desperdician alimentos.

 

¿Cuánto hace que sabemos que los bienes y servicios ecosistémicos no son infinitos? Desde hace mucho tiempo. Numerosos estudios científicos y memorias prehistóricas dan a conocer catástrofes y recurrentes crisis ambientales. Pero a diferencia de esas épocas, la de este siglo es una sociedad urbana, ciudades antes atractoras por los servicios, confort, empleo, goce, ya no lo son; ahora son, básicamente, concentraciones de entropía y derroche energético reforzados en contaminación atmosférica, acuática, acumulando externalidades cuyos costos son asumidos por la sociedad y, sobre todo, por los pobres.

 

La transición energética constituye un reto

ecológico, geográfico, cultural, científico,

sociales, economicos y politicos.

 

contexto latinoamericano y del caribe

 

Pero no somos los únicos ni los primeros en abordar abiertamente el tema, al menos en lo que concierne a América Latina y el Caribe, pues estos países hace décadas activaron sus esfuerzos en la reconversión energética. Uruguay, por ejemplo, recientemente inició una segunda transición energética, que arroja resultados: el 98 % de su energía proviene de fuentes alternativas como hidráulica, eólica (40 parques eólicos) y fotovoltaica, preparándose para la descarbonización del transporte.

En Argentina, la industria automotriz transita hacia los autos Tito (como así se denomina al auto eléctrico argentino) a gran escala para descarbonizar la movilidad. En el caso de Chile, produce el 27 % de su demanda energética en receptada no por paneles, sino heliostatos que llevan la energía a plantas termo solares de 250 metros de altura en el desierto de Atacama (en Cerro Dominador, al norte del país) .

 

Gráfica 1. Consumo energético final en América Latina y el Caribe. Fuente: CEPAL-OLADE 2021.

 

La mayoría de estos países han abordado el problema teniendo en cuenta problemas comunes, cuando quieren que no son productores de combustibles o cuando aun siendo productores, son sensibles a los daños de los GEI. Como se muestra en la gráfica 1, la mayor demanda-consumo energético corresponde al transporte, seguido del industrial y residencial, lo que lleva a que la electricidad representaría más del 50 % y la fuente es hidráulica para unos (como el caso colombiano que representa el 70 % para electricidad) o principalmente fósil, que podría representar el 60 % para generación eléctrica, para otros (OLADE, 2021).

 

Según la fuente tomada por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), el 10 % de las emisiones globales provienen de América Latina y el Caribe, principalmente de energía y deforestación (gráfica 2).

 

Gráfica 2 . Procedimiento de las emisiones globales. Fuente: CEPAL [Minx, Jan C. et. Alabama. (2021). Un conjunto de datos completos y sintéticos para las emisiones de gases de efecto invernadero globales, regionales y nacionales por sector 1970–2018 con una extensión hasta 2019.Earth System Science Data, 13(11), pp. 5213-5252. Copérnico GmbH.  https://doi.org/10.5194/essd-13-5213-2021].

 

Teniendo en cuenta que las emisiones de GEI del sector transporte para 2018 (última información disponible), arrojan un total de 1654.1 millones de equivalentes de CO 2 , que representan el 36.2%, seguido del 32.2% de electricidad y calor (CEPALSTAT, 2021) ), la transición es un formidable desafío. Sin embargo, América Latina y el Caribe es la con mayor proporción de uso de energías renovables para energía, debido a la importante participación de la generación hidráulica, el consumo de bioenergía en procesos industriales y la introducción de biodiesel y etanol (IEA, 2021) y UNSD, 2021).

 

 

Gráfica 3 . Oferta de energía primaria no renovable y renovable, 1970 – 2020 (millas de millones de barriles equivalentes de petróleo). Fuente: OLADE, Sistema de Información Económica Energética (SIEE) [en línea] http://sier.olade.org/ . Citado por la CEPAL, 2022.

 

En la gráfica 3, la energía primaria no renovable, se refiere a petróleo, gas natural, carbón; la energía primaria renovable se refiere a aquellos que requieren combustión biocombustibles como leña, bagazo y la energía primaria renovable a renovables que no requieren combustión, como la hidroeléctrica, geotérmica, solar, eólica, las cuales son las que más han crecido en América Latina y el Caribe en los últimos cincuenta años (CEPAL, 2022), pero sigue siendo importante la matriz energética primaria que todavía está dominada por los combustibles fósiles, como se muestra en la gráfica 4.

 

Gráfica 4 . Oferta primaria de energía renovable por recurso energético, 2020 en América Latina y el Caribe.
Fuente: CEPAL con base en OLADE (2022).

América Latina y el Caribe, frente a la transición energética, tiene una ventaja sobre otras regiones dado que la generación eléctrica es altamente renovable, teniendo en cuenta a Brasil (gráfica 5), ​​​​cuya matriz de generación es mayormente hidroeléctrica. En un contexto regional de heterogeneidad, sacando a Brasil y Colombia, la participación de la energía renovable cae del 69 % al 39 % (IEA, 2021).

 

 

Gráfica 5 . Proporción renovable de la generación eléctrica 2020 en América Latina y el Caribe (26 países).
Fuente: CEPAL con base a OLADE (2022).

 

La importancia de que sea renovable o no, está asociada a las perspectivas de la movilidad eléctrica del transporte, y en ese caso América Latina y el Caribe no tienen suficiencia en las fuentes de energías renovables, lo que supone un reto en “la planificación energética para integrar fuentes renovables de energía que respalden la nueva demanda” como sugiere la CEPAL (2021), ya que la movilidad pública electrificada requiere inversiones en generación, red eléctrica, distribución e infraestructura de carga (CEPAL, 2022).

América Latina y el Caribe, frente a la transición

energético, tiene una ventaja sobre otras regiones

dado que la generacion electrica es altamente

renovable[…]

 

De acuerdo sus consideraciones, la CEPAL plantea que “la transición energética implica no sólo el reemplazo progresivo de la energía fósil y nuclear por fuentes energéticas renovables, sino que también acceso equitativo. Es un proceso permanente que busca una trasformación sostenible del sistema energético mediante la adopción de políticas públicas innovadoras, la adaptación de sus instituciones y la generación e implementación de nuevas regulaciones que la hagan más atractiva para la inversión” (CEPAL, 2022). Para poner en práctica lo anterior, la CEPAL propone cinco pilares:

 

  1.  Incrementar la energía renovable en la matriz.
  2.  Universalizar el acceso a la electricidad, basado en renovables y disminuir la pobreza energética.
  3.  Incrementar la eficiencia de los sistemas energéticos.
  4.  Fortalecer la complementariedad, integración e interconexión entre los sistemas energéticos de la región.
  5.  Aumentar seguridad y resiliencia energética regional ante choques externos.

 

 

[1] En el medioevo, entre el siglo XIV, Europa experimentó una profunda crisis alimentaria que se tradujo en hambrunas extendidas por Francia, Reino Unido, Alemania, Polonia, Países Bajos, países Nórdicos y España, algunos historiadores reportan la muerte de aproximadamente 1500 millones de personas desde el año 400 a. C al 2020 de esta era, en distintos países y continentes. Las causas registradas de estas catástrofes humanitarias se atribuyen a la pobreza, cambio climático con sequías prolongadas, lluvias torrenciales, sobrepoblación y reducción drástica de la producción agrícola a la mitad con aumento en los precios de los alimentos más del 300 %, al tiempo que escasearon minerales como la sal. Estas crisis tuvieron un impacto desigual empeorando la situación de los pobres.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

Profesor, Escuela de Economía y Administración UIS. Investigador, Grupo de Investigación GIDROT UIS

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