Todos somos Manuela Beltrán

El tedio perpetuo que se enrolla entre los soles rabiosos y el alma testaruda de los bumangueses, no ayudó con suficiente interés al murmullo de los historiadores amotinados, cuando les dio por sacudir el polvo que con los años se acumuló en los acontecimientos y los personajes que en el pasado, con sangre, sudor y heroicidad, rasgaron los edictos de toda clase de injusticias para parir el destino que nos atribuye para ser hoy nosotros mismos, en carne, hueso y conciencia.

 

 

 

 

Imagen 1 .

Portadilla del artículo digital “Adiós a Manuela Beltrán, la heroína del Socorro en 1781”, del historiador Armando Martínez Garnica. En el mismo, defendió la tesis de que Manuela Beltrán no existió y que, en su contraste, la ausencia de su partida de bautismo correspondía a la presencia de María Antonia Vargas Núñez, como la figura histórica, debidamente identificada en el registro bautismal y relacionado a fuentes históricas que la mención.

Fuente: El Libro Total.

 

 

 

 

Una tesis sublevada y pendenciera de uno de ellos, saltó desde los armarios enmohecidos hasta la opinión pública nacional, con un alboroto corrosivo, para asegurar con arrogancia imperial que Manuela Beltrán, una de las santandereanas más santandereanas, una socorrana valiente entre las más valientes, desafiando e insurrecta, sencillamente no había existido, sino que era producto de la calentura grandilocuente de otros historiadores (que nunca de él). Según la pintoresca teoría, la comunera no es nada más que un espejismo, por lo que deberíamos borrarla de un plumazo, o de un plomazo académico y ya.

 

 

 

 

 

Imagen 2 .

“La heroína que nunca existió”, artículo-entrevista de Pastor Virviescas a Armando Martínez Garnica.

Fuente: El Espectador,  8 de marzo de 2023, pp. 30-31.

 

 

 

Pero nadie abatió una sola escultura de doña Manuela, primero, porque se vino una andanada de otros estudiosos que expusieron las pruebas que demostraron su existencia y abandonaron al alborotador solo y maltrecho; pero también la heroína se mantuvo impávida en su podio histórico porque los santandereanos sabemos y entendemos que ella no fue simplemente un párrafo en la historia, una anécdota trivial en una mañana de domingo, sino que más allá de su valiente acción simbólica, ella representa la bravura, la rebeldía y la tenacidad de un pueblo entero, de hombres y mujeres capaces de señalar la opresión y arremeter contra ella hasta encontrar la libertad al otro lado de la injusticia.

 

 

 

 

Imagen 3 .

Toma fotográfica de la partida de bautismo de María Manuela Beltrán de Archila.

Fuente: página personal, historiador Álvaro Sarmiento Santander.

 

 

 

Todos los santandereanos, hombres y mujeres, somos Manuela Beltrán, por lo que la tesis del historiador no sólo es falsa sino banal, porque a veces lo que no conciben los académicos es que el mundo existe más allá de sus doctorales jactancias. Si entendiera esto, habría sabido que su intento de tachar de los textos a una socorrana intocable, era inane, porque Manuela Beltrán es un hito de nuestras luchas ancestrales, una identidad vigente y palpitante, porque aunque toda esa dignidad y sacrificio de los comuneros por sacudir al continente de la satrapía invasora, se haya convertido reciente y temporalmente en lo contrario, seguramente somos y volveremos a ser los hijos de José Antonio Galán, de Antonia Santos y, sin debates baladíes, de Manuela Beltrán.

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