Pedagogía social pertinente y perentoria

En un Estado social de derechos pluralista e inclusivo la democracia ideal se daría en cuanto los gobiernos procurarán el consenso de todas las instancias sociales e institucionales, respecto a las propuestas de reformas, de planes de desarrollo, de prioridades de inversión y etcétera de medidas, para el bien común, por las que votó la mayoría y con las que se comprometió el gobernante elegido.

 

Eso sería el ideal de participación democrática, pero en realidad las sociedades humanas y menos los Estados nunca han sido un jardín florido, en cambio, el devenir de los países se decide en contienda de intereses. Esto se ha visto con patética evidencia en los gobiernos socialdemócratas y/o progresistas cuyas posturas de cambio les obligan reformas estructurales y programas alternativos que no obstante difieren los intereses de los monopolios, del poder financiero, de las elites con tradición hegemónica, quienes no dudan en usar saña y maña para hacer oposición, con más servicio desde los medios de comunicación de su propiedad, cuya incidencia masiva les ha permitido manipular a su antojo la conciencia colectiva.

 

¿Cómo garantizar, entonces, que en una sociedad cuyo 60 % de pobladores han sido enajenados, marginados e incluso olvidados del Estado, se participan de modo consciente en la concepción del devenir del país? ¿Cómo?, si los que han podido acceder a la educación son moldeados a favor del statu quo , formados al servicio del empresariado y en el modo de la mentalidad de mercado.

 

Un cálculo somero dirá que con un sistema educativo de calidad y masivo, se requiere, como mínimo, dos décadas para lograr una generación empoderada y con sentido de pertenencia sobre su suelo y su cultura. Ya se imaginarán porqué los ideólogos y economistas de la plutocracia se oponen a un sistema educativo humanizado, gratuito y democrático.

 

 

La información veraz y mejor la formación integral de las poblaciones sobre el modo y el fin de las obras de infraestructura o de explotación minera energética que afectarán su cosmos natural y social, garantizaran la sostenibilidad del progreso. El desarrollo verdaderamente sostenible, además de procurar el uso racional de los recursos naturales y de preservar los ecosistemas, debe consultar a las comunidades. Ya está visto que es infausta y trágica la riqueza que dejan las obras resultantes de procederes autocríticos.Verbigracia, la represa de Hidroituango es un monumento a la arbitrariedad, manguala de empresarios, alcaldes y gobernadores que represaron el segundo rio más importante del país, indolentes con los oriundos damnificados por el abrupto taponamiento del cauce vital, indolentes con la mortandad de peces, de la fauna y la flora silvestre; hasta gente muerta hay bajo los cimientos, y no se le advertirá a los ribereños de lo que sufrirían durante la construcción, así como tampoco les mostrarán espacio en el mercado turístico que prosperará alrededor del embalse, ni de las regalías por la venta de electricidad en Centro America. Una obra así nada tiene de desarrollo sostenible.

 

El colombiano promedio –por la exclusión secular– asume como algo normal el que las políticas de Estado se ejecutan al arbitraje del mandatario. Pienso ahora en mis parientes mayores preguntándose: ¿qué fue del Instituto de Crédito Territorial?, que les facilitó tener casa propia, y por qué a su descendencia le tocó padecer el sistema de Unidad de poder adquisitivo constante (UPAC), cuya usura perniciosa arruinó un tanto.

 

¿Por qué se acabó el ferrocarril?, se preguntan sobre estas y otras muchas pérdidas de beneficios adquiridos inexplicadas.

 

 

considerando que, desde la Constitución de 1991, la República de Colombia volvió como sistema electoral y político la democracia representativa y participativa, resulta inadmisible el que desde los poderes ejecutivo y legislativo se procede y se decide a espaldas de la ciudadanía, y en justo rigor es deber del Estado hacer pedagogía cívica que eduque la conciencia democrática de la población, desde la niñez y de todas las regiones. Sin embargo, según la investigación realizada en 2019 por la Universidad Nacional y la Procuraduría General de la Nación, el 36 % de los colombianos amenazan entender lo que significa e implica la participación democrática, y, de ellos, sólo dos terceras partes ha ejercido conscientemente su derecho constitucional.

 

Una prueba patética de lo improcedente que resulta el no hacer pedagogía social a favor de la concientización de la ciudadanía sobre el fin y el modo de los actos de gobierno, fue el fracaso del plebiscito convocado por el expresidente Juan Manuel Santos, quien confió en que la votación mayoritaria por el sí aprobatorio a los seis puntos del documento, resultado de cuatro años de diálogos y negociaciones entre el gobierno y la Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP), sería la refrendación de los Acuerdos de la Habana y, en definitiva, de todo el proceso de paz. Mas, para la estupefacción del mundo, fue nimia la participación, y con el 51 % ganaron los votantes por el no, movilizados por los partidos de oposición.

 

 

Vale preguntarse si el presidente Santos se excedió confiando en que la paz era clamor nacional, o si, con dolo, fue negligente al no hacer la necesaria pedagogía sobre los fundamentos de lo pactado con la guerrilla más grande y antigua del continente. Acaso por prejuicios aristocráticos no se arriesgó a propiciar que el pueblo se empoderara de sus derechos constitucionales y cumpliera una participación tan cualificada y competencia que ameritara hacer la vinculante.

 

Lo cierto es que ahora las mismas regiones donde desmovilizados de las FARC cumplen una reinserción sociolaboral armoniosa y perdurable, son aquellas donde los nativos (indígenas y campesinos) fueron instruidos en asuntos de la Paz por educadores de las Naciones Unidas (ONU), del gobierno , de varias organizaciones no gubernamentales (ONG) y por delegados de las FARC emplazados en terrenos de Manaure y Ataques, en el Cesar, El Alto en el Perijá. Son admirables los pactos de convivencia de indígenas y excombatientes en pueblitos de la Sierra Nevada, que no alcanzaron a infectar de su maldad las bandolas de Manuel Giraldo y Jorge 40.

 

Si tal construcción de convivencia posconflicto es resultado de las sesiones pedagógicas con los oriundos y con los excombatientes que llegaron al territorio, entonces admitamos que la información veraz y la educación en valores y saberes son, para las sociedades, factores de desarrollo y de humanización.

 

Falta advertir el riesgo de confundir la pedagogía social con la propaganda de gobierno.

 

 

De hecho, la pedagogía a favor de la cualificación de las conciencias no es deber exclusiva de los gobiernos, puede ser impartida por instituciones privadas, fundaciones altruistas o por líderes de la misma comunidad, dado que probablemente es un servicio, al contrario de la propaganda de gobierno, que es una estrategia de comunicación (recuérdese a Joseph Goebbels, ministro de propaganda nazi, que usó la radio, el cine, la televisión y la prensa para manipular la conciencia colectiva).

 

Hago esta salvación, porque la guía ética para una pedagogía social justa no induce ideologías, enseña a opinar en libertad, a escuchar, a dialogar ya debatir, aun cuando tenga que comprar con la información conveniente a élites y sectores de poder que, con ventaja , divulgan desde los medios de comunicación de su propiedad.

 

Ahora que los colombianos por primera vez elegimos un presidente progresista, comprometidos con ejecutar el gobierno del cambio, la pedagogía social es pertinente y perentoria. Hemos visto que el presidente Gustavo Petro no es escatima didáctica en sus discursos, mas su elocuencia magistral no es suficiente pedagogía para acrisolar la nueva conciencia que se requiere en este tiempo de cambios profundos y veloces.

 

A guisa de consejo para el presidente y para quienes ocuparon cargos decisorios en el gobierno, les animo a concebir una campaña pedagógica amena, estética y poética, que edifique el criterio colectivo sobre los conceptos ambientales que guiarán la transición energética, los fundamentos socioeconómicos de las reformas pensional, laboral y de la salud, que el equipo creativo de la pedagogía social no sea de políticos sino de artistas, de poetas, para que, así mismo, la percepción y la opinión de la ciudanía sea tan racional como sensible.

 

Escritor, titiritero

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