La asociación Madres del Catatumbo por la Paz, una iniciativa de construcción de paz territorial

La asociación Madres del Catatumbo por la Paz es una iniciativa de mujeres, madres y lideresas sociales de diferentes municipios de Norte de Santander que, cansadas de ver las pérdidas que la guerra dejaba en sus vidas, cuerpos y territorios, decidieron reunirse para luchar por la paz y la defensa de los derechos humanos (DD. HH.) de las mujeres, niños, niñas y adolescentes en el Catatumbo.

 

Desde los finales de la década de los años setenta e inicio de los años ochenta, los grupos armados se financiaron, directa e indirectamente, del narcotráfico.

 

Desde los finales de la década de los años setenta e inicio de los años ochenta, los grupos armados se financiaron, directa e indirectamente, del narcotráfico. Lo cual conllevó el aumento de su capacidad militar y aumentó la violación de los derechos humanos y las infracciones al derecho internacional humanitario (DIH), especialmente en los territorios en los que hay presencia de cultivos de uso ilícito, donde la disputa de los grupos armados ilegales y legales fue mayor.

 

El Estado colombiano sólo reconoció el conflicto armado en el 2011; anterior a este, su política contrainsurgente fue implementada desde lógica de lucha contra la “chusma”, “bandoleros” y el “enemigo interno”, lo que provocó, por acción u omisión, el asesinato sistemático de las y los defensores de derechos humanos, el uso excesivo de la fuerza pública a las movilizaciones ciudadanas, lo cual ha provocado cientos de asesinatos, desapariciones y torturas en contra de la población civil y la estigmatización en contra de la protesta social.

 

Lo anterior, produjo un incremento gradual de la degradación del conflicto armado, donde la violencia se reflejó en los ataques constantes hacía los procesos sociales y liderazgos individuales. Según la Unidad para la Atención y la Reparación Integral a las Víctimas (UARIV), en Colombia están registradas 9 177 128 víctimas.

 

Además de lo anterior, otro fenómeno de degradación de la guerra fue la victimización de niños y niñas que fueron y son reclutados por grupos al margen de la ley para realizar actividades ilícitas, causando afectaciones psicológicas que impiden el crecimiento y desarrollo integral de los infantes. Violaciones a los DD. HH. e infracciones al DIH desde un enfoque diferencial.

 

 

En el marco de la guerra, las mujeres fueron la más afectadas por las diferentes agresiones a su integridad, como lo es la violencia económica, política, cultural y de género. A la mujer la convirtieron en un “botín de guerra” por parte de los actores armados en disputa. Entre las violencias basadas en género, por su condición de ser mujer y a la territorialización de su cuerpo como mecanismo de control para conquistar un territorio, se encuentran las violaciones sexuales, deteriorando a las mujeres, y más allá, el territorio comunitario.

 

En este contexto, desde el rol de madre y de mujer, reconocieron el dolor de las mujeres, madres, hermanas, tías, comadres, vecinas, por los hijos e hijas que les ha arrebatado la guerra; hijos/as que han sido reclutados/as, desaparecidos/as, asesinados/as, agredidos/as, señaladas/os, violados/as. No sólo como madres han sufrido la guerra, como mujeres también sus cuerpos han sido violentados, sus derechos han sido vulnerados y sus territorios destruidos por las disputas históricas en el Catatumbo entre diversos grupos armados legales e ilegales.

 

Desde entonces, han hecho monitoreo a situaciones donde se presenten vulneración de los DD. HH. y al DIH. Al realizar denuncias públicas, han desarrollado acciones para atender hechos de violencia que se presentan cotidianamente en sus territorios, intercambiando experiencias con otras organizaciones a nivel nacional y articulando esfuerzos con el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición (SIVJRNR).En este contexto, desde el rol de madre y de mujer, reconocieron el dolor de las mujeres, madres, hermanas, tías, comadres, vecinas, por los hijos e hijas que les ha arrebatado la guerra; hijos/as que han sido reclutados/as, desaparecidos/as, asesinados/as, agredidos/as, señaladas/os, violados/as. No sólo como madres han sufrido la guerra, como mujeres también sus cuerpos han sido violentados, sus derechos han sido vulnerados y sus territorios destruidos por las disputas históricas en el Catatumbo entre diversos grupos armados legales e ilegales

 

Día tras día ven cómo persiste y se agudiza la guerra en el Catatumbo. Con la firma del Acuerdo, sintieron un suspiro de paz, creyeron que sería la oportunidad de avanzar en la construcción de paz, el inicio de unos escenarios de diálogo con otros actores armados y el sueño de por fin habitar esta tierra catatumbera con tranquilidad.

 

Contrario a esto, ven el incumplimiento en la implementación del acuerdo, principalmente en lo relacionado con la sustitución de cultivos de uso ilícito, una de las mayores necesidades del Catatumbo. No ven soluciones integrales, solamente la militarización de su territorio y la configuración de nuevos actores armados, lo que se ha traducido en miedo, zozobra y más guerra.

 

No quieren seguir llorando la ausencia de sus hijos/as, ni sus nuestros/as familiares y amigos/as desaparecidos/as, de los líderes y lideresas asesinados, de los desplazamientos que muchas de ellas han sufrido. No quieren seguir siendo víctimas de una guerra que no sólo está en los campos, sino también en las ciudades, en donde las mujeres son asesinadas por quienes dicen amarlas, o desaparecidas para explotar sus cuerpos.

 

Reclaman su derecho a ser madres, al recoger los pasos de muchas madres que lucharon antes que ellas y que ahora luchan junto con ellas, como las Madres de Plaza de Mayo y las Madres de Soacha. Este reclamo, consiste en la implementación integral del acuerdo de paz, que se retome la mesa de negociación con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y que se avance en la búsqueda de un escenario de diálogo con el Ejército Popular de Liberación (EPL) y la garantía del derecho a una vida digna libre de violencias.

 

 

Ellas concuerdan  que es necesario construir una  ruta colectiva de la memoria, un dialogo social en donde participen todos los sectores sociales: la academia, los campesinos y las organizaciones sociales, entre otros, y que les permita analizar desde una perspectiva histórica las violaciones a los derechos humanos e infracciones al derecho internacional humanitario desde un enfoque diferencial de género, étnico y transversal, que se dieron y se dan en el marco de la confrontación bélica y que aún persiste por el control territorial de grupos armados ilegales y legales.

 

La asociación de Madres del Catatumbo la Paz ha promovido y desarrollado prácticas que contribuyen a la transformación sociocultural en su territorio para la construcción de la paz y reconciliación en el municipio de Tibú, Norte de Santander, con acciones colectivas que fortalecen la reconstrucción de tejido social, el reconocimiento y la construcción de paz desde el sentir colectivo.

 

Comprenden que el Estado colombiano no ha tenido la capacidad de implementar políticas de protección, reparación y aseguramiento para la población víctima, sino que, por el contrario, se ha empeñado en persuadir las acciones que generan los escenarios de violencia en el país por un control territorial y de accesos a los recursos del narcotráfico, además de su constante oposición a los acuerdos de paz. No responde de manera adecuada, revictimizando a las víctimas, sin estabilización socioeconómica, y sin reconocer el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, la Catedra de la Paz, el reconocer a las víctimas y la memoria histórica como elemento para superar el conflicto.

 

La construcción de memoria colectiva que realizan las mujeres de la asociación de Madres del Catatumbo en Tibú, Norte de Santander, las convierte en un referente de construcción de paz y reconciliación en la subregión del Catatumbo. Ha sido un reto y una necesidad. Reconstruir nuestro pasado es ese cimiento que permite la construcción de una memoria colectiva enfocada a la reconciliación y la verdad y la recuperación de la identidad, pero, sobre todo, evitar volver a repetirlo.

 

Frente a la guerra, su respuesta ha sido el diálogo social, la construcción de memoria colectiva y una pedagogía construida desde las comunidades en sus territorios a través de reuniones con líderes y lideresas comunales, campesinas y defensoras de derechos humanos, en las cuales buscan alternativas frente al abuso de los grupos armados legales e ilegales.

 

Han repetido incesantemente: “no parimos hijos para la guerra”. Esta consigna la han convertido en un reclamo hacia el Estado colombiano, para que busque el fin de la guerra, que se ha ensañado con sus cuerpos y sus vidas. Desean que las próximas generaciones tengan oportunidades, que empuñar un arma no sea una opción. Que la alegría frente a la decisión de ser madre o padre no derive en la profunda tristeza que acompaña un duelo por perder a sus hijos y que Colombia sea un país de nuevas oportunidades para todas las comunidades que han sido desangradas por la guerra.Frente a la guerra, su respuesta ha sido el diálogo social, la construcción de memoria colectiva y una pedagogía construida desde las comunidades en sus territorios a través de reuniones con líderes y lideresas comunales, campesinas y defensoras de derechos humanos, en las cuales buscan alternativas frente al abuso de los grupos armados legales e ilegales.

 

Han sido estigmatizadas y perseguidas, arriesgando su vida y la de sus familias en el desarrollo de su trabajo con la comunidad, donde han sido detenidas por los grupos armados ilegales y legales que hacen presencia en sus territorios. Su reclamo, se suma al reclamo incesante y necesario por la paz para la garantía de la vida digna. Es un reclamo por verdad, justicia y reparación de las víctimas que han tenido que enfrentar la violencia sistemática de diferentes actores, y la resistencia frente al duelo al que les ha condenado la guerra.

 

Están convencidas de que, en el marco de la guerra, las mujeres fueron las más afectadas por las diferentes agresiones a su integridad, como lo es la violencia económica, política, cultural y de género. Consideran que a la mujer la convirtieron en un “botín de guerra” por parte de los actores armados en disputa y que, por su condición de ser mujer, territorializaron sus cuerpos como mecanismo de control para conquistar un territorio, con las violaciones sexuales, el deterioro de su condición de mujeres y la invalidación del territorio comunitario.

 

 

Las mujeres han cargado con las consecuencias de un conflicto que las violenta, desplaza, silencia, las deja viudas, roba sus hijos y les quita sus oportunidades de organizarse, trabajar, estudiar y de vivir su vida en paz. Por su parte, los actores discriminaron los patrones de violencia contra la mujer y desatendieron la prevención del impacto desproporcionado de la violencia sexual, la violencia intrafamiliar y comunitaria, la promoción de servicios médicos, la restitución de tierras, las garantías y el acompañamiento psicosocial.

 

Sobre hechos de violencias basadas en género, estas mujeres promueven el autocuidado entre mujeres, la no estigmatización de las víctimas. Han acompañado estos casos y han hecho eco de lo que les está pasando en todas las regiones del país. Han exigido que se esclarezcan estas situaciones que hacen parte de una violencia sistemática, así como la exigencia de medidas para la prevención y eliminación de dichas violencias en sus territorios e intercambio de experiencias de las problemáticas que tienen que enfrentar y sus posibles alternativas.

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Las fotografías que acompañan el texto son proveídas por la asociación.

Defensor de Derechos Humanos de Norte de Santander

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