Deporte y dignidad humana: la Universidad Nacional del Deporte

El deporte es uno de los pilares de la formación en las sociedades humanas: enseña y pone en práctica los principios fundamentales del comportamiento social; establece reglas y caminos concertados para alcanzar los objetivos. La formación ética, no como una abstracción, sino como lo que uno hace y cómo lo vive, encuentra ejemplos constantes en la superación de la competencia con la entrega para lograr los mejores resultados, con la capacidad de desplegar virtudes cotidianas como el altruismo, la compasión, la solidaridad, la superación por encima del esfuerzo máximo. El descubrimiento de que los objetivos de transformación son a largo plazo y de que nada se puede hacer sin persistencia, sin esfuerzo, se vive a cada instante de la práctica deportiva. La invención del deporte como formación para la vida ocurrió con la domesticación del fuego en los albores de la humanidad, aunque los deportes modernos son muy recientes.

 

En América, en la época del contacto con Europa, había deportes diversos vinculados con las experiencias de la pesca, la caza, la recolección de frutos y bayas, la conquista y la guerra. Hombres y mujeres participaban de eventos que se realizaban por semanas, vinculados con los procesos de intercambio económico y ritual y enmarcados en los ciclos climáticos y míticos. El juego, el baile, el discurso filosófico, la puesta en escena teatral, se entremezclaban como partes constitutivas de la larga y cuidadosa preparación para el tiempo de la ejecución. Combates rituales y competencias de habilidades se desarrollaron siempre en medio de comidas y bebidas especiales, de tratamientos adecuados, de comportamientos reglados. Todo esto era parte de un riguroso proceso de formación y preparación a través del cual se educaba a los nuevos miembros de la sociedad. Toda esta complejidad tejida de filosofía, historia, religión, normas sociales y económicas, política, ciencias naturales, competencia, conflicto y maneras de solución, que establece la trama social articuladora de la urdimbre mental y psicológica de los seres humanos, está viva y presente hoy en nuestros territorios, es parte de la vida cotidiana de los planes de vida y de los proyectos formadores de indígenas, afrodescendientes y campesinos en toda América Latina, junto con la práctica de los deportes occidentales.

 

 

En la cultura occidental europea, las nuevas estructuras del deporte se vincularon, desde finales del siglo XIX, con la formación de las juventudes dentro de la visión capitalista y, a pesar de producirse en el marco de las tendencias ideológicas racistas (eugenistas e higienistas) y excluyentes, fueron muchos quienes lo convirtieron en un instrumento importante para recurrir al fortalecimiento espiritual y de solidaridad tan necesario en medio de las guerras. En la euforia de las nuevas tendencias educativas del cambio de siglo, el deporte fue una de las actividades que se consideraron desde muy temprano para fomentar discursos ideológicos relativos a los valores cristianos y europeos y para enraizar esos principios culturales en los jóvenes de todos los continentes, como parte de la expansión imperialista. Se crearon escuelas de formación deportiva y se introdujeron y popularizaron los principales deportes europeos conocidos hoy.

 

En Colombia hubo procesos importantes en el cambio entre los siglos XIX y XX más o menos conocidos, desarrollados sobre todo por comunidades religiosas encargadas de la educación de los jóvenes y niños. La introducción del fútbol, el basquetbol, el voleibol, el handbol, entre otros, se hizo al tiempo que se trabajaba desde el Estado y la escuela para navegar hacia la modernidad esquiva, desde luego con su carga homogeneizadora. Tal vez el primer esfuerzo importante para introducir a Colombia en el ámbito de las competencias internacionales fue en 1971, con la realización de los Juegos Panamericanos en Cali. En el gobierno de Carlos Lleras Restrepo se delineó la institucionalidad del deporte nacional -Coldeportes- y se diseñaron las primeras políticas públicas consecuentes con el objetivo de formar deportistas de alta competencia. De manera muy incipiente, se creó una escuela nacional de entrenadores que, en 1984 se convirtió en la Escuela Nacional del Deporte, una institución de educación superior encargada de desarrollar programas tecnológicos y con la posibilidad de abrir sedes en varias ciudades del país. Estaba anexa a Coldeportes pero con independencia administrativa y financiera. Un lugar único en Colombia, tanto por su trabajo como por la calidad de sus programas y de sus hombres y mujeres. Un espacio de respeto y entrega en medio de un entorno de alegría y seriedad nada común en las universidades públicas de Colombia.

 

 

La Escuela Nacional del Deporte, en Cali, ha crecido como Institución Universitaria en la que se han formado deportistas, entrenadores, directivos y, desde luego, investigadores destacados en América Latina. Por años, ha recibido personajes que vinieron de otros lugares del mundo y se quedaron en Cali para convertir esta región en un verdadero semillero de figuras del deporte y en un referente importante de la investigación sobre las ciencias del deporte. En el año 2003, el Ministerio de Educación asumió la dirección de la Escuela, pero tres años más tarde la “traspasó” al municipio de Cali, aunque la nación mantuvo los recursos del presupuesto general. Las administraciones y los políticos de Cali no tienen una idea clara del significado y el valor de este proyecto educativo, por lo que la Escuela nunca ha recibido un centavo de la ciudad, ni hay interés más allá de los fallidos intentos de convertirla en una caja intermediaria para trasladar dineros a las carreras políticas de los concejales o de los alcaldes. Su subsistencia depende de su calidad, que siempre encuentra respaldo en la venta de servicios educativos y de sus capacidades en medicina especializada y administración y de los aportes del Ministerio del Deporte, que le entrega el 2% de su presupuesto general.

 

Hoy en día, la Institución Universitaria Escuela del Deporte de Cali, ha encontrado la necesidad de alcanzar la categoría de universidad del deporte, una condición para la que la escuela está más que preparada. La preocupación de los directivos y docentes es la de crear un ambiente de trabajo respetuoso que persigue la excelencia. La belleza de su campus, pequeño hoy para sus necesidades y ofertas, se complementa con el ambiente que se percibe entre sus maestros y administradores, entre estos y sus estudiantes. Desde la puerta -gracias al trato que brindan los porteros a los visitantes- se sabe que hacia adentro hay un mundo de investigadores y estudiosos de la ciencia, las técnicas, las estrategias y la filosofía del deporte. Un mundo que no es ajeno a la discusión ética y política de los efectos de la competencia y de los impactos del desarrollo tecnológico y científico sobre todas las manifestaciones de la vida y sobre las relaciones sociales.

 

 

El compromiso con la formación de deportistas de élite está intacto y el número de egresados técnicos, entrenadores, gerentes y dirigentes que se destacan en varios países es una prueba de su calidad. Nombres como Reinaldo Rueda, Jaime de la Pava, Eduardo Niño, Julio Roberto Gómez (directivo reconocido y ex atleta), Adriana Orejuela (docente universitaria), Luz Mery Tristán (campeona mundial y tres veces campeona panamericana), Carlos Iván Bermeo (director del Comité olímpico de Panamá), Wilson Cañizales (velocista inolvidable), José Fernando Arroyo (marquista latinoamericano de 100 metros y rector de la Escuela), entre otros muchos, son egresados de la Escuela y sus faros en la oscuridad de tantos jóvenes con sueños. Pero también medallistas mundiales como Norfalia Carabalí, Catherine Ibargüen o la ministra del Deporte María Isabel Urrutia hicieron sus carreras dirigidas por docentes de la Escuela. Sin embargo, en silencio, las especialidades de investigación y medicina deportiva, la fisiología, biomecánica, bioquímica e, incluso, neurociencia, son una parte muy importante de la investigación que busca entender y mejorar la fuerza, velocidad, resistencia y aumentar las características técnicas que hacen del avance científico una necesidad para el mejoramiento de los deportistas y del deporte.

 

La complejidad de la formación de nuevos deportistas, directivos, entrenadores, investigadores, ha sido la causa para que la Escuela tenga una presencia internacional muy activa desde sus comienzos, hace 35 años, de un grupo de profesores cubanos, búlgaros (se destaca el profesor Iván Todorov), canadienses, mexicanos, y españoles, entre otros. De igual manera, durante los años en que la escuela tuvo carácter nacional llegaron aquí estudiantes de toda Colombia: de la Guajira, el Chocó, Providencia, Vaupés, Amazonas, eje cafetero, Boyacá y de los Llanos Orientales. Muchos de ellos recibieron becas para poder hacer sus carreras. Esta presencia de orígenes, ideologías e historias diferentes, contribuye al ambiente ecuménico y a la sensación de tranquilidad y alegría que se respira en la Escuela. Tal vez no es algo que se propongan sus directivas y maestros, pero este entorno facilita la adaptación de los deportistas en contextos nuevos, lo que reduce las presiones para adaptarse y responder en competencia.

 

 

Hoy la Escuela tiene 300 profesores en total, de los cuales 180 tienen una vinculación estable, un poco más de 4000 estudiantes y 5000 egresados. En sus tres facultades, Ciencias de la Educación y del Deporte, Salud y Rehabilitación y Ciencias económicas y de la Administración, ofrece programas de pregrado Profesional en Deporte, Tecnología en Deporte en deporte, Fisioterapia, Terapia Ocupacional, Nutrición y Dietética y Administración de Empresas y las especializaciones en Teoría y Metodología del Entrenamiento Deportivo, Actividad Física, Neurorrehabilitación, Fisioterapia del Deporte y Dirección y Gestión Deportiva. En su campus dispone de la disponibilidad de infraestructura básica, pero necesita crecer, pues sus laboratorios ya están al tope y sus escenarios deportivos requieren adaptarse a sus actuales necesidades.

 

El propósito de la Paz Total solo será posible si los jóvenes pueden encontrar en sus regiones oportunidades para enfrentar la exclusión y la pobreza. La inclusión de la Universidad del Deporte en el Plan Nacional de Desarrollo del gobierno Petro-Márquez es un paso más hacia la construcción de la democracia, puesto que abre alternativas novedosas y ricas en procesos de aprendizaje posibles, alegres, de mucho trabajo y resultados visibles. En la mayoría de los centros poblados hombres y mujeres pueden concluir el bachillerato, pero no hay cómo asegurar la calidad académica, la pertinencia de la enseñanza y la preparación para la vida que dan esos programas. Una vez terminado el bachillerato en los colegios rurales o en las áreas urbanas de pequeñas ciudades, a niños y niñas se les cierran las puertas y se quedan en la calle. No hay trabajo que forme y permita desarrollos creativos e innovación para construir el futuro, ni hay ofertas de continuidad académica y formativa para los jóvenes con habilidades e intereses en la investigación o en la práctica de una disciplina que se adecúe a sus opciones y a las de sus comunidades. No hay duda de que la Universidad del Deporte es una oferta de mucho valor para niños, niñas y jóvenes con aptitudes atléticas y deportivas, con amor por la formación y la dirección de equipos, con curiosidad investigativa enraizada en procesos concretos de trabajo para alcanzar la excelencia, construir una imagen propia positiva y vivir con optimismo. En la Universidad del Deporte se vive un mundo donde es posible aprender a confiar y a querer. Dice Ignatieff que “los niños que no aprenden a confiar y a querer se convierten en adultos egoístas y agresivos. El resultado… es un orden social brutal y poco compasivo”.

El mundo vacío y el miedo que nos acecha exige de las instituciones educativas desplegar las virtudes cotidianas como el altruismo, la compasión, la solidaridad, el amor, la posibilidad de vivir para “definir, afirmar y defender la dignidad humana”.

Antropólogo

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