Del petrismo al progresismo

Quienes venimos de viejas luchas, de los ensoñadores setenta, de los amenazantes ochenta, de los tenebrosos noventa y de la debacle moral y espiritual de las dos salvajes décadas de este siglo, tuvimos seguramente una conmoción de sentimientos cuando vimos a Gustavo Petro, en un coliseo repleto, sobre todo de jóvenes, dando un discurso triunfal, como presidente electo de los colombianos. En un enrevesado juego de ideas y emociones, nos alegramos por el país, y por este hombre perseverante, que ha enfrentado el más ruin, constante y aleve ataque de la derecha colombiana, que brilla sobre todo por su crueldad y su ignorancia.

 

Sentimos mucha alegría por el pueblo raso, por la pobrería mancillada y asesinada, que hoy ve la posibilidad de que, en alguna medida, se les reivindique su existencia y se les acerque al siglo veintiuno; nos alegramos por nosotros mismos, porque muchos pasamos una vida persiguiendo este momento, pero, a la par con todas esas dichas, el dolor también llegó, y la nostalgia, y los viejos sueños de la nueva era; Gaitán, Antequera, Leal, Pizarro, Galán, Jaramillo, Garzón, el genocidio de la Unión Patriótica, el magnicidio como estrategia política, la inteligencia descuartizada sobre las calles colombianas, para cerrarle el paso a lo que al fin terminó por imponerse por las buenas, en las urnas, con una votación histórica.

 

Pero comienza ahora una nueva etapa, un desafío descomunal para el presidente Petro y para cada uno de sus seguidores, pues se requiere de unidad, comprensión, inteligencia, paciencia, entre muchas otras virtudes, para entender y ser constructivamente solidarios con el nuevo proyecto, y esto se logra mucho mejor y mucho más rápido si pasamos cuanto antes del petrismo al progresismo, es decir, si superamos a la mayor brevedad posible las calenturas proselitistas y pasamos a un respaldo programático y efectivo al nuevo gobierno.

Quienes acompañamos la propuesta del Pacto Histórico no podemos caer en el radicalismo y el caudillismo que llevó al Centro Democrático a la patología del fanatismo, que todo lo tergiversa, lo vicia y lo destruye. El presidente Petro necesita acompañamiento consciente, serio, incluso crítico, para desarrollar un gobierno que en cuatro años asegure la continuidad en un nuevo mandatario que, para bien de la nación, consolide una noción de país productivo, moderno, ambientalista y equitativo, que es el mandato que acaba de entregarse voluminosa y contundentemente en las urnas.

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