Las regiones en Colombia fueron, hasta hace poco, los núcleos del reconocimiento de la diversidad y de la diferencia. Desde hace un tiempo se impuso lo que podría llamarse la “moda territorial”. En todas las acciones públicas y en todos los documentos y referencias a intenciones que requieren de un cariz democrático, la palabra “territorial”, o “desde los territorios”, aparece como la garantía de integración que porta un halo de respeto y reconocimiento por los “otros”. Sin embargo, como todos los discursos que pretenden ocultar las realidades, la expresión no deja de ser un instrumento más de enmascaramiento. “Lo territorial” no tiene significado, sino que cada uno lo entiende a su manera.En el fondo, la expresión se usa como un sinónimo de “provincia”, “periferia” o “lejanía” de un centro móvil y volátil. Marca la distancia entre el centro y lo “otro”, entre el que detenta el poder y el que recibe su caridad o sus migajas. En ese, justifique un esquema en el que la bondad del poder ayuda a la transformación del sentido del subalterno para que logre el ansiado “desarrollo”.Una visión de progreso que implica la pérdida de lo propio, de los elementos fundamentales de identidad, para adoptar los principios culturales y vitales del que oficia desde el “centro” y la adopción de un sueño de futuro que no tiene relación con la vida misma de quienes están en desventaja, de los desposeídos, de los que habitan más allá de la franja del “progreso” inventado por la urgencia del dinero y los negocios. justifique un esquema en el que la bondad del poder ayuda a la transformación del subalterno para que logre el ansiado “desarrollo”.Una visión de progreso que implica la pérdida de lo propio, de los elementos fundamentales de identidad, para adoptar los principios culturales y vitales del que oficia desde el “centro” y la adopción de un sueño de futuro que no tiene relación con la vida misma de quienes están en desventaja, de los desposeídos, de los que habitan más allá de la franja del “progreso” inventado por la urgencia del dinero y los negocios. justifique un esquema en el que la bondad del poder ayuda a la transformación del subalterno para que logre el ansiado “desarrollo”.Una visión de progreso que implica la pérdida de lo propio, de los elementos fundamentales de identidad, para adoptar los principios culturales y vitales del que oficia desde el “centro” y la adopción de un sueño de futuro que no tiene relación con la vida misma de quienes están en desventaja, de los desposeídos, de los que habitan más allá de la franja del “progreso” inventado por la urgencia del dinero y los negocios.
“Lo territorial” no tiene significado,
sino que cada uno lo entiende a su manera.
Desde el siglo XIX, el pensamiento de Occidente inventó un esquema tripartita de la historia. Un abogado de Nueva York, Lewis Morgan, renunciaría a representar en los tribunales a una sociedad indígena, los iroqueses, quienes perdían su territorio ante el avance del capitalismo que requería sus tierras. Los agresores justifican su despojo con el argumento de que los Iroqueses no tienen organización, ni familia, ni historia, ni leyes. Morgan escribió varios libros para demostrar que la sociedad iroquesa tenía sus reglas de parentesco, una legislación preventiva clara y eficiente, una idea de la vida y de sus relaciones con los ancestros y los dioses y una narración de su historia, antigua y coherente.Esta obra intelectual poderosa le mereció el respeto de Federico Engels y su elección como modelo de la historia científica. Ancient Society , en el que se establece una historia de la humanidad sobre la base comparativa del desarrollo de las técnicas; un antecesor de los modos de produccion lineales. Allí Morgan presentó una descripción del mundo occidental de entonces, basada sobre todo en su propia experiencia neoyorquina, como el punto final de la historia humana y como el referente para calificar y clasificar al resto de sociedades del planeta; para él este fue el modelo de civilización . Interpretó las diferencias de las sociedades asiáticas con la civilización occidental como un peldaño anterior de la historia, al que denominóbarbarie , y, por último, calificó al resto de sociedades africanas, americanas, asiáticas, como salvajismo . Esta clasificación de las sociedades del planeta –y esta narrativa única de la historia universal– dividida en tres partes, se revive durante el siglo XX como el primero, segundo y tercer mundo y, luego, como el mundo subdesarrollado, en vías de desarrollo y el desarrollado. El modelo civilizatorio europeo como futuro conocido y soñado, y el resto, todos condenados a ser imitaciones.
Estas formas de relación política se sustentan en visiones empobrecidas de los conceptos de espacio y tiempo. Estas visiones, que no reconocemos de manera limpia como bases estructurantes de nuestro pensamiento, son fundamentales si creemos en el cambio; son aquello que debe ser cambiado. El espacio es imaginado como invariable y fijo, mientras que todo cambio se atribuye al tiempo. Desde esta equivocación, a veces una verdadera trampa, las diferencias visibles en el espacio se interpretan como diferencias superables con el tiempo; esto supone un futuro feliz en el que todos alcanzarán el mismo destino, un proyecto único sin divergencias posibles, una carrera permanente hacia convergencias uniformes.Los más “adelantados” ayudan a los pobres y atrasados a encontrar el camino del progreso aunque, mientras lo logran, pueden explotarlos y maltratarlos. Una condena a un futuro unánime, impuesto desde la visión de poder que imagina un futuro conocido, hacia el que todos nos movemos. Los funcionarios del Estado diseñan políticas públicas para “superar el atraso”, imaginando un futuro para todos similar al que sueñan para sí mismos. La diferencia no es posible, genera miedo, incertidumbre y desconfianza. ¿Cómo hablar de cambio en esos términos?
Gustavo Petro y Francia Márquez han invitado a su gobierno y al país a transformar las relaciones del centro con las áreas periféricas. Petro ha ofrecido gobernar desde la Guajira como ya lo hizo desde Ciudad Bolívar, en Bogotá, durante su alcaldía. Él mismo ha visitado y realizado reuniones de gobierno en el Chocó, así como estuvo con los pobladores de El Tarra en Santander del Norte y como habla de la Amazonía como la región de más atención su mandato en todos los foros internacionales a los que tiene acceso . Francia viaja a su Cauca profundo y desatendido, visita África y recupera relaciones antiguas, vivas en las huellas de su propia historia afrodescendiente.Pero las cosas no parecen cambiar en lo más importante, la verdadera participación, activa, respetada, de la gente local en el diseño de su futuro. El Estado sigue la senda de las imposiciones cariñosas. Reconoce la diversidad, pero no crea los mecanismos necesarios para permitir su emergencia y desarrollo pleno.
Una visión rápida por el país muestra que la vida sigue difícil para la gente en las áreas de las que dependemos para mantener la vida que llevamos en las grandes ciudades. En Santander del Norte, en Tibú, la guerra por la tierra sigue con fuerza: un importante marcador de lo que ocurre es el comportamiento del Registro Único de Predios y Tierras Despojadas por la Violencia (RUPTA), cuya inscripción saca a los predios protegidos del mercado de tierras, pues en el presente hay un aumento de solicitudes de protección ante el desplazamiento, junto a un aumento de las solicitudes del levantamiento de las medidas de protección, para liberar grandes extensiones para el mercado abierto.Hay indicios claros de que detrás de ese aumento de solicitudes de liberación de la protección está una poderosa organización de abogados despojadores,
La gente del Chocó se enfrenta desde hace décadas a la descarada intervención de grupos de poder de Antioquia en todos sus asuntos, para sacar provecho del control del territorio mediante la activación de grupos de funcionarios atentos a cumplir sus órdenes. La destitución y manipulación de los gobernadores mediante la utilización de funcionarios de justicia venales, ligeros y racistas, los bloqueos amañados y groseros de decisiones locales discutidas y construidas por años de trabajo comunitario y colectivo. La intervención grotesca de funcionarios del Departamento Nacional de Planeación (DNP) para impedir el cumplimiento de la decisión crear de al municipio de Belén de Bajirá, tomada por la Asamblea Departamental del Chocó, después de cumplir con todas las obligaciones y procedimientos legales,
En la Guajira y la Amazonía las cosas no parecen que puedan mejorar. La necesidad de hacer una transición hacia nuevas formas de generación de energía ha creado nuevos valores y estimulado nuevos mercados que arrasan con la gente local y destruyen sus vidas. En la guajira, el viento – siruma – se convirtió en un valor importante de mercado, de suerte que cientos de empresas han llegado presurosas a captar la voluntad local mediante engaños y trampas, en el mejor de los casos, o tan sólo han llegado para instalar sus estructuras enormes y agresiones sin que las comunidades, establecidas desde hace miles de años en esos lugares, tendrán más opción que la de facilitar las acciones y competencias entre extraños que transforman y agreden sus territorios sagrados y vitales.La disculpa del hambre que padecen gran parte de las familias Wayúu, generada por el despojo territorial y por la ruptura de sus mecanismos tradicionales de solidaridad y reciprocidad y no por incapacidad de los Wayúu para vivir en el desierto, se enarbola como bandera para enmascarar la destrucción de los valores políticos y morales y las formas económicas tradicionales construidas por milenios. La intrusión ignorante y agresión sobre formas distintas de pensar y de organizar la vida es la verdadera causa de la pobreza y de la muerte en la Guajira. Necesitamos entender para poder ayudar, no es posible imponer desde nuestra profunda ignorancia.
En Mocoa, corazón de la Andinoamazonía, la posibilidad de explotación del cobre, valioso metal para la generación de otras formas de energía, hace que las compañías involucradas no respeten las decisiones locales tomadas por alcaldes, concejo, comunidades, sino que avancen sin respeto alguno basado en su “derecho” a hacer negocios. En Vaupés, los novedosos negocios con los bonos de carbono se han convertido en fuente de destrucción comunitaria y de violencia, para asegurar el enriquecimiento de empresas antioqueñas, vallunas y bogotanas, mientras que, en Mitú, los jóvenes sin un futuro posible descubren el suicidio como un camino liberador.Triste panorama, doloroso reencuentro con las regiones abandonadas del país e inmenso reto para la sociedad colombiana en su conjunto y para los anhelos de paz que nos ofrece est