Inteligencia artificial: conocimiento, ética y sostenibilidad

Si bien es cierto que la inteligencia artificial durante décadas se mejorará estar más cerca de la ciencia ficción, gracias al desarrollo de las computacionales que la soportan, es algo que es una tecnología cotidiana, con múltiples aplicaciones existentes y exige que se conozca realmente de que se trata y más aún, las implicaciones que tiene tanto socialmente como ambientalmente. El 29 de marzo pasado, una carta abierta firmada por mil personalidades de todo el mundo, entre expertos científicos, personalidades y patrones de empresas tecnológicas, pedían que la experimentación social con estas herramientas de inteligencia artificial se frenara, teniendo en cuenta que las capacidades de explotarla realmente es asimetrica, influirdo en el estilo de vida de las poblaciones humanas, reducirdo la economia,

 

Al escribir este artículo, vuelvo a escuchar la entrevista realizada por France 24 en español al profesor Ulises Cortés [1], experto de Inteligencia Artificial en el Barcelona Supercomputing Center-Centro Nacional de Supercomputación Español (BSC-CNS), quien es uno de los firmantes de dicha carta abierta del 29 de marzo y quien reflexiona por algo que pocos piensan y es precisamente la afectación hacia el humano de la tecnologia avanzada. No soy experto en inteligencia artificial y mi campo de acción especializado va más hacia el soporte en arquitectura computacional avanzada que permite la implementación de aplicaciones, como aquellas de la inteligencia artificial. Sin embargo, al igual que el profesor Ulises (con el cual colaboramos desde hace más de diez años), reflexiono cómo esos desarrollos tienen un impacto y relevancia social. En las sesiones de clase de los cursos que imparto en la universidad, muchas veces menciono el ejemplo del martillo como herramienta, en la cual podemos usarla para construir o para romperle la cabeza a alguien (oa sí mismos). Algo similar pasa con tecnologías como la inteligencia artificial, que no puede usarse de manera tan abierta e irresponsable sin algún tipo de regulación. En ese orden de ideas, no es la primera vez que se hace una pausa formal en la experimentación de la ciencia y la tecnología abiertamente, incluso en algunos casos es constante, evoluciona y se debate, como ha pasado con la energía nuclear y la clonación , por citar algunos casos conocidos.

 

El problema fundamental con la inteligencia artificial, además de la asimetría en capacidades mencionadas anteriormente, es la popularidad. No es desconocido el uso de herramientas computacionales de este tipo, por ejemplo, para difundir desde noticias falsas hasta imágenes trucadas. Recordemos el sonado caso de Cambridge Analitica en el cual compañías muy populares se vieron envueltas en un escándalo que tuvo implicaciones tanto locales, como globales: el Brexit, las elecciones a la presidencia en Estados Unidos de América o el proceso de paz en Colombia son de los casos más estudiados, en los que la dimensión ética es importante más allá de la tecnología y comercial (o “monetizable”, por usar un término que gusta). Y este último aspecto hay que tenerlo en cuenta, ya que principalmente estas herramientas son producidas por empresas para ganar dinero y posición de influencia, que fácilmente se entiende como poder económico. Esto implica claramente sesgos que se refuerzan por la evidente manipulación de la información de acuerdo con una demanda. De ahí que sea necesaria la transparencia y el conocimiento que, por supuesto, sólo puede exigirse a través de una regulación. Y en ese ha sido interesante esa carta, pues una de las consecuencias directas, al menos en cuanto a la información se refiere, es la discusión abierta que se realiza desde el 25 de abril en el Parlamento Europeo para sentar las bases para regular la implementación social de la inteligencia artificial. Esto implica claramente sesgos que se refuerzan por la evidente manipulación de la información de acuerdo con una demanda. De ahí que sea necesaria la transparencia y el conocimiento que, por supuesto, sólo puede exigirse a través de una regulación. Y en ese ha sido interesante esa carta, pues una de las consecuencias directas, al menos en cuanto a la información se refiere, es la discusión abierta que se realiza desde el 25 de abril en el Parlamento Europeo para sentar las bases para regular la implementación social de la inteligencia artificial. Esto implica claramente sesgos que se refuerzan por la evidente manipulación de la información de acuerdo con una demanda. De ahí que sea necesaria la transparencia y el conocimiento que, por supuesto, sólo puede exigirse a través de una regulación. Y en ese ha sido interesante esa carta, pues una de las consecuencias directas, al menos en cuanto a la información se refiere, es la discusión abierta que se realiza desde el 25 de abril en el Parlamento Europeo para sentar las bases para regular la implementación social de la inteligencia artificial.

 

Otro aspecto importante, es el impacto en la actividad laboral global. Las cifras conocidas y muy difundidas corresponden a países desarrollados y ricos. Pero, ¿cuál es el futuro en países como el nuestro? Y no estamos pensando simplemente en aquellos trabajos mecánicos y repetitivos, sino, por ejemplo, ¿los miles de empleados que trabajan en los call centers , que ya han venido siendo remplazados por bots ? Algunos analistas, que pueden desear como pesimistas, predicen un aumento en la brecha digital y económica de los países, siendo este un problema, ante todo, político.

 

Pero no se trata de generar pánico y temor ante el avance tecnológico, al fin de cuentas, la tecnología, como especie, es la que nos ha permitido sobrevivir, expandirnos y alimentar nuestra curiosidad. Por eso es necesario conocerla para apropiarse de ella. El aprender y construir, realmente, no es esperar a que nos cuenten “una versión de lo que es” o que seamos “clientes” de los desarrollos de otros. El conocimiento real de la tecnología garantiza la reflexión de su impacto y también participará en su desarrollo para un bienestar común, en algunos casos competirá y, en muchos, colaborará. Pero para participar en la apropiación y construcción de conocimiento se requieren capacidades robustas (en este caso, computacionales) y sostenibles para poder explotarla. La sostenibilidad la da ese conocimiento. Una experticia que va más allá del simple uso y mantenimiento implica el desarrollo, como el que da, por ejemplo, la actividad científica y la ingeniería. El conocer, permite igual el razonamiento social y ético. Es muy difícil o, más bien, arriesgadamente sesgado, debatir sobre el impacto social impulsado por sensaciones y creencias, y no por argumentos y evidencias. La manipulación de información mencionada anteriormente ha hecho que el individuo ponga la moda y las falacias en prioridad sobre la verdad, creando la posverdad. Sin conocimiento, no es posible un debate, ni pensar en una legislación que debe considerar aspectos éticos (así algunos celebren a los cuatro vientos que, en este país, la ley no tiene nada que ver con la ética) que incluso tienen un impacto directo sobre el medio ambiente. Si, no hay que tenerle miedo a la inteligencia artificial, pero sí a la apatía, o el desconocimiento, por parte nuestra, de las incapacidades que podamos tener frente a ella (como frente a cualquier desarrollo tecnológico) y, por supuesto, a que nos convirtamos en consumidores dependientes. Por eso, personalmente, niego a usar ChatGPT.

 

[1] Aristia, Santiago (2023, 15 de abril). Ulises Cortés: “No se pide parar el desarrollo de la IA, se pide parar la experimentación social”; entrevista. Francia 24 [en inglés]. https://f24.my/9PIG

Ph. D en Informática y Ciencias Computacionales. Supercomputación y Cálculo Científico, UIS

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