Hipopótamos, abejas, gansos, cisnes… Protección, bienestar y cuidado animal: ¿hacia una zoópolis?

Cuando observamos los procesos urbanos, olvidamos a un grupo grande de seres que coexisten y conviven con nosotros/as y de los cuales muchas veces nos acompañamos y también nos servimos. Se trata de los seres o animales no humanos. Al acercarnos, podremos ver que la animalidad y las relaciones entre especies se hallan imbricadas en las injusticias estructurales de explotación mercantil, y esto hace parte de los conflictos urbanos, como de otras clases de conflictos, unidos por las relaciones de poder, históricas y socioeconómicas de dominación, que trascienden a la naturaleza como humanidad e impactan a la naturaleza como ecosistema, ya la naturaleza como animalidad, específicamente.

 

Por ello, este artículo procura enunciar, poner de presente o proponer, sin pretensión de agotabilidad, algunos discursos y prácticas que han primado en las relaciones con los animales (o animales no humanos) y cómo ello se comporta en los ambientes urbanos. En efecto, es importante la realización de un seguimiento de autorías, planteamientos, prácticas e ideas centrales para la tematización, problematización y recomendaciones acerca de ello. Por ejemplo, están las realizadas en el libro La naturaleza como sujeto de derechos en el nuevo constitucionalismo democrático ; el Primer Congreso de protección y bienestar animal, realizado en Bogotá entre el pasado 3 al 6 de octubre de 2022; en la obraSeguir con el problema: generar parentesco en el Chthuluceno , de Donna Haraway, con traducción de Helen Torres; en la Carta Encíclica Laudato sí , de Francisco; en el libro Wild Law , Derecho salvaje , de Cormac Cullinan, traducido por Ramiro Ávila Santamaría; entre otros, para generar y presentar algunos resultados para la discusión, lo que permitirá concluir que las relaciones entre seres o animales humanos y animales no humanos han sido invisibilizadas, y, dentro de ello, operan ciertas formas de dominación y explotación animal, muchas veces con la aprobación o, al menos, el silencio y la impavidez de una buena parte la ciudadanía humana.

 

En efecto, el especismo rampante o el paradigma de la preponderancia o superioridad ontológica del ser humano por sobre otras especies es uno de los discursos predominantes, en donde el antropocentrismo o lugar artificial central del hombre, en el universo y en la vida, ubicado en una antropocénica o impactada geológicamente por la mano del ser humano, ha determinado y modificado a la época de maneras aceleradas y con daños tanto visibles como insospechados. Lo anterior sucede más allá de que esto se encuentre en discusión o no se acepte por parte de posturas negacionistas.Así también, el mejor trato hacia unos por encima de otros merecen algunas características, como cuando se valoran con mayor estatuto ontológico a ciertos mamíferos (caninos, felinos…) por encima de otros, a los mamíferos por encima de otras especies,

 

Ahora bien, en los contextos urbanos se encuentran muchos animales perdidos y abandonados. Se halla documentado por parte de instituciones de bienestar animal que, después de las festividades de fin de año, viene un inicio de año con aumento de animales dejados de lado quienes por deberían cuidarlos o por quienes los habían recibido como ‘regalo’. Dentro de ello, cabe reflexionar cómo sí o como no algunos animales deben, pueden vivir en casas de familia, viviendas y apartamentos en vez de estar en su ambiente originario. En efecto, la familia interespecie ha sido cada vez más reconocida como una construcción especial que merece la protección del ordenamiento jurídico, al mismo tiempo que organizaciones y personas cuestionan la ‘humanización’ de los animales en contextos urbanos. Por ejemplo, cuando las personas tutoras les dan ciertos arreglos que podrían desear no naturales para un animal, ¿es esto una humanización inapropiada, una domesticación expansiva, o una desnaturalización de la forma de ser-hacer-vivir y aun comer del animal? Por otra parte, ¿qué pasa con las fundaciones, centros de protección animal y santuarios?, ¿pueden analizarse algunos casos de éxito y de restitución animal que otorguen esperanza, en medio de un panorama muchas veces incierto para la animalidad? El tema pasa por muchas de las disciplinas, artes y ciencias. Por ejemplo, en el caso del ámbito jurídico, imagine un proceso de divorcio o similar: debe tenerse en cuenta el enfoque animal amén del cuidado integral de las demás personas, como niños, niñas, adolescentes y otras. ¿Cómo se define, ¿Quién miembro de la pareja se queda con el animal de compañía y bajo qué condiciones? ¿Hay formas legales de saber con quién podría tener el mejor cuidado, protección y bienestar? ¿Cómo se distribuyen los riesgos y las responsabilidades económicas y qué se puede hacer en caso de incumplimiento? Ante estos desafíos, se esperan los mejores aportes, en especial de la academia y de las nuevas generaciones.

 

Continuando, algunas temáticas relevantes consisten en analizar a los animales de compañía con sus personas tutoras (impropiamente llamados ‘mascotas’ y ‘propietarias’, respectivamente), el significado de sintiencia o seres sintientes, el ‘manejo’ a los animales en cautiverio o situaciones con específicos en su relación con personas e instituciones humanas, el trato comercial hacia los animales que posteriormente son consumidos por los seres humanos (o por otros animales con mediación del ser humano) y cómo las ‘fábricas’ de estos actúan frente a su prioridad de explotación económica por encima de la vida, o de al menos ciertas condiciones mínimas que se deban eje. Hay, pues, mucho para reflexionar y cuestionar.Por ejemplo, cuando algunas personas expertas en preparación de comidas nos enseñan que la langosta debe echarse viva, ¡viva!, a la olla de cocinar… O como cuando las gallinas son enjauladas y pasan toda su vida de este modo, en un territorio equivalente a ‘una hoja de papel tamaño carta’, con un fin de explotación productivista únicamente. Esto merece una inclusión de reflexiones desde la sociedad, en quiénes han elegido o no ser consumidores de la carne y los huevos, para un cuestionamiento mínimo acerca de las condiciones de su vivencia (y moriencia, como en el caso de la langosta, entre muchos otros).En este sentido, este artículo no pretende juzgar a alguien por sus hábitos alimenticios o industriales ni decirle qué debería o no comer, sino más bien propiciar espacios de reflexión y cambios en lo personal, y en las políticas públicas, para que se basen en algún tipo de ética para la convivencia interespecie, puesto que, al menos, no se debe permitir el infligir sufrimientos en forma soterrada a la vida sino que se deben propiciar espacios, talentos y presupuestos para la protección, bienestar y cuidados (animales, de acuerdo con el tema en comentario). En este sentido, es cada vez mayor el número de establecimientos de comercio que usan el sello ‘gallinas libres de jaulas’ para señalar su compromiso empresarial con el trato recibido en vida por el animal.Esto podría desear un buen inicio de la cuestión acerca de la responsabilidad, que cabe en los procesos industriales, por una parte, y, por otra, del respaldo que la comunidad consumidora pueda o no dar a ciertos productos o marcas en razón de su comportamiento acorde a la eticidad de quien consume. Por supuesto, en el caso de este y otros comportamientos similares, esto cabe si se trata de conductas ciertas y transparentes y no de un eslogan publicitario vacío para aparentar ‘quedar bien’ o parecer ser ‘políticamente correcto’ con la cuestión animal.La cuestión no es menos grave cuando vamos a analizar a la ganadería expansiva y sus implicancias, oa las diversas expresiones culturales en donde intervienen animales peligrosos escogidos y perturbaciones por los seres humanos para fines de entretenimiento, juegos de azar y otros.

 

Los casos se amplían más cuando se trata de animales con condiciones diversas de capacidad, traumatismos, accidentes (y no tan accidentes) y aquellas posibilidades que tienen (o no) para seguir su existencia. Así mismo, cuando observamos y estudiamos a las personas que están con ellos, como cuando en los contextos urbanos encontramos a quienes deambulan por allí, o habitantes de calle, en compañía de muchos animales. También están los casos de animales ‘, animales vacunados o no, el caso de animales abusados ​​y maltratados en formas intencionales… El caso de animales víctimas del narcotráfico, el caso de las llamadas ‘especies invasoras’ con respecto a las nativas, y las protecciones de estas y aquellas;o si no, recordemos la reciente ‘salida en falso’ que hubo con ‘los cisnes por gansos’ en Puerto Colombia, en el departamento del Atlántico, hace unas semanas, por no mencionar otras. Por otra parte, el caso de los hipopótamos, ni qué decir… animalidad víctima y testigo que lleva la marca de una historia que aún no termina del todo, pero que representa un peligro territorial y un conjunto de decisiones complejas de no pocos recursos. Bueno, en todas estas cuestiones la temática se sigue ampliando, pues también está el manejo de aquellos que consideramos ‘plagas’ y aquellos que llegan a los territorios que disfrutamos los seres humanos, como las playas y aun las ciudades, en tiempo de pandemia,Por otra parte, están los tristemente célebres casos judiciales de animales de compañía que son altamente impactados por las relaciones conflictivas interpersonales, intrafamiliares y sentimentales, inclusive en donde el daño al no humano está directamente relacionado por su relación con la víctima humana.

 

Todo ello hace revelación de la clase de seres humanos que se relacionan con ellos y actúa como espejo de lo que somos. Mira el caso de las hembras sumamente explotadas para tener crías… y, luego, sumamente desechadas cuando esta posibilidad se agota. Frente a ello hay que detenerse para comprender por qué algunas instituciones de bienestar animal recomiendan la esterilización y castración, la adopción y no compra de animales (mercantilizados lícita o ilícitamente).

 

Lo cierto es que el trato hacia los animales ha sido distinto del trato, todavía emergente, hacia la naturaleza como sujeto de derechos. Es decir, mientras en Colombia hay al menos unos veinte pronunciamientos jurisprudenciales acerca de los ecosistemas como sujetos de derechos, no sucede así con la animalidad.

 

Lo anterior desafiaba el campo de la obligación moral como seres humanos frente a los conflictos en las relaciones socio-naturales en el contexto de la época antropocénica (Flantrmsky Cárdenas, Silva Rojas y Angarita Velasco, 2022). Dentro de todo esto cabe preguntarse si existe o puede existir una zoópolis (Rosello y Saidel, 2021) y si los animales pueden ser reconocidos como sujetos de derechos. Esta discusión fue realizada en cierta forma por la Corte Suprema de Justicia de Colombia, a través del denominado “Caso del oso Chucho”, camino desandado en la finalización del proceso jurisdiccional por parte de la Corte Suprema de Justicia. No se trata del primer o único caso, pero se enuncia por ser de alta grabación y capacidad mediática. Con respecto al sujeto animal Andrea Padilla,

 

Sin embargo, más allá de lo que las comunidades, empresas, instituciones públicas, solidarias y privadas e interseccionalidades pueden o no realizarse, se requiere continuar documentándose, generar reflexiones para que cada persona también tome las decisiones que suman pequeños o grandes cambios en la convivencia y asegurar que aquellos territorios, que ellos habitan con intervención humana, sean los más adecuados posibles, como adecuados posibles son aquellos que como personas humanas buscamos nos generen bienestar. Por ello, visibilizar estas y muchas otras cuestiones similares (Gamboa, 2022), analizarlas, denunciarlas si es el caso, estudiarlas con interculturalidad, interdisciplinariedad y algo de propositividad, será fundamental para la convivencia y pervivencia con protección, bienestar y cuidado de lanaturaleza humanidad animalidad .

 

 

Referencias bibliograficas

Gamboa Saavedra, E. (2022). ¿Puede hablar la naturaleza? Revista Filosofía UIS, 21(2), pp. 125-153. https://doi.org/10.18273/revfil.v21n2-2022006  

Flantrmsky Cárdenas, O., Silva Rojas, A., y Angarita Velasco, L. (2022). Relaciones socionaturales, antropoceno y obligación moral. Análisis, 55(102). https://doi.org/10.15332/21459169.7644

Padilla Villarraga, A. (2019). Animales no humanos: nuevos sujetos de derecho en el constitucionalismo latinoamericano. En: L. Estupiñán, C. Storini, R. Martínez y F. de Carvalho (eds.). La naturaleza como sujeto de derechos en el constitucionalismo democrático. Bogotá, Universidad Libre, págs. 389-422. https://bit.ly/2VOT4MK

Rosselló, D. y Saidel, M. (2021). Comunidad, Inmunidad, Zoopolis. Repensando la comunidad política más allá de lo humano. Revista de Filosofía, 78, pp. 205-221. Recuperado desde: https://revistafilosofia.uchile.cl/index.php/RDF/article/view/65706

 

 

Candidata a Doctora en Filosofía, Universidad Industrial de Santander. Magistra y Especialista en Derecho, Universidad Externado de Colombia. Diplomada en Justicia en equidad, norma y poder sociales, Escuela de Justicia Comunitaria, Universidad Nacional de Colombia. Miembro del grupo Politeia, Aciur, Red antropourbana, Redccal, Red de Mujeres constitucionalistas y Red Descolonizando territorios urbanos. Estudiante de los cursos de alta Formación Específica 'El origen de las constituciones de América Latina desde una mirada crítica' y 'EUCOMMIT'. Filósofa y Abogada UIS

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