En estos primeros días de Gustavo Petro como presidente, se siente el talante y el compromiso que tiene con el país; sus discursos y sus acciones colman la esperanza. Su compromiso de cumplir con los diez puntos sobre los que trabajará en su mandato avanza con paso firme: trabajar por la paz, cuidar a los abuelos, niños y personas con discapacidad, gobernar con y por las mujeres, dialogar con todos y todas, escuchar a los colombianos, defender a los compatriotas de las violencias, luchar contra la corrupción, proteger la biodiversidad, desarrollar la industria nacional, la economía popular y el campo colombiano y hacer cumplir la Constitución.
Se progresa en conseguir la paz verdadera y definitiva, comprometiéndose a cumplir el acuerdo de paz y reiniciar conversaciones con el Ejército de Liberación Nacional (ELN); se envía a Cuba una comisión de alto nivel, encuentro que genera muy buenas expectativas. Con la definición de la nueva cúpula militar y policial, el presidente expuso los lineamientos de su política, centrada en el ser humano. Ya los ascensos no se medirán por las bajas rendidas en campo, como fue doctrina en la “seguridad democrática”, sino por impedir las masacres, la muerte de líderes sociales y respetar los derechos humanos, para lograr la pasificación del territorio. Se busca, con ello, recuperar la confianza de la ciudadanía en sus fuerzas militares.
Viaja luego al Chocó, para hacer su primer consejo de seguridad, donde convoca a sectores representativos de la ciudadanía a participar y a contribuir a encontrar alternativas que permitan recuperar la seguridad y a promover el desarrollo social y económico de la región. Una verdadera forma de pacificar esa Colombia profunda, olvidada por el Estado. Unos primeros pasos que enmarcan el camino hacia una paz duradera y la inclusión de estos territorios como parte de esa Colombia nuestra.
Con la presentación de la reforma tributaria y el encuentro con los empresarios en los congresos de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (ANDI) y de la Asociación Bancaria y de Entidades Financieras de Colombia (Asobancaria), se demuestra su capacidad de dialogar, de conversar para abrir los ojos a una nueva visión de país, que va desde la lucha contra la desigualdad hasta la búsqueda de una industria descarbonizada como uno de los pilares de su gobierno de crear riqueza: “la riqueza es el trabajo. Es más rico un país, si tiene más capacidad de trabajar que otro”, afirmó el presidente. Esos encuentros permitirán que el diálogo fluya y las decisiones que se tomen sean realmente consensuadas. Hacer claridad sobre lo que se quiere para el país, permite superar las contradicciones y avanzar en ese consenso nacional, tan necesario en la actual coyuntura.
Viaja luego al Meta y al Amazonas, donde ordena a las fuerzas armadas, como una tarea prioritaria para la vida, la defensa del pulmón del mundo: la protección de la selva amazónica.
El presidente ha demostrado que, con el diálogo y el encuentro, con la paz y la verdad, se encontrarán los caminos hacia la equidad y el desarrollo económico, aquellos que permitirán hacer de Colombia no sólo una potencia de la vida, sino una democracia y un verdadero Estado Social de Derecho.
Para las regiones, y en especial para el oriente colombiano, la apertura de relaciones con Venezuela tiene un marcado significado para la economía y la paz en la región. Santander tenía con Venezuela un importante nivel de exportaciones, que permitió, hace unos años, un buen desarrollo de la economía regional. Hoy se abre de nuevo esta oportunidad. Debemos responder, buscando romper el individualismo característico del santandereano y avanzar en la construcción de una sociedad fundamentada en la solidaridad y la cooperación. Unidos alrededor de hacer de nuestra región un espacio para el trabajo y la innovación, generar nuevos liderazgos que busquen dinamizar la economía e integrar a la Universidad Industrial de Santander (UIS) y otras instituciones de educación superior a la economía del conocimiento, para que principalmente estén al servicio del bienestar social y económico de la región.
En la región, debemos aprender a escuchar, a reconocer y a valorar al otro. Escuchar es abrir horizontes. Reconocer y valorar al otro es fundamental. Los beneficios que genera el reconocimiento son inmensos. Con una educación humanizada, con calidad, con capacidad para reconocer y valorar lo que hemos sido, con una actitud crítica que valide la memoria y la verdad de la historia, se nos permitirá reconocer nuestras potencialidades, abriendo un espacio para los sueños y poder convertir el presente en un camino seguro hacia el futuro.
[…] con el diálogo y el encuentro, con la paz y la verdad, se encontrarán los caminos hacia la equidad y el desarrollo económico…