La historia de Francia con Colombia es mucho más vieja de la que uno se imagina, incluso cuando aún el país era un virreinato español y no podía distinguirse muy bien las naciones modernas americanas. Por supuesto, muchos recuerdan la primera traducción en una lengua extranjera de los Derechos del Hombre del francés al español por Antonio Nariño en 1811, pocos, las pasadas de Simón Bolívar (y otros precursores de las independencias americanas como Miranda o el mismo Santander) por diferentes escuelas militares francesas y aun un puñado menos de personas, las influencias sobre los sistemas legales, comerciales y universitarios, como el de la Universidad Industrial de Santander (UIS), siguiendo ejemplo de politécnicos franco-alemanes en el que se encuentran grandes escuelas de ingeniería y ciencias.
Si bien es cierto que el aprendizaje del francés por muchos años era más o menos común en muchos colegios, sobre todo aquellos que se consideraban de “élite”, hoy en día no lo es tanto (aunque la actual cartera de educación, en cabeza del ministro Alejandro Gaviria ha propuesto la enseñanza del francés como tercera lengua en los colegios públicos, ya no buscando bilingüismo sino plurilingüismo). Por diferentes razones que van más allá de intereses migratorios a Francia o Canadá, el francés es el segundo idioma más aprendido en Colombia, evidentemente después del inglés. Por ejemplo, en la Alianza Francesa de Bucaramanga en el 2022 se tuvieron 1098 estudiantes entre todos los niveles, resaltando aquellos que por supuesto, irían a Francia a realizar estudios y las empresas que requieren que sus empleados tengan competencias en francés, desde la parte médica, pasando por empresas de energía, de tecnología, el sector automotriz bien conocido hasta el sector médico. Tomando estos datos, hay que decir que según fuentes de la oficina de colaboración académica y científica de la Embajada de Francia (pero también datos del Observatorio Europeo de la Oficina de la Embajada de la Unión Europea en Colombia), Francia es el primer destino de los estudiantes colombianos en Europa (muy por encima de España y Alemania, que están en segundo y tercer lugar respectivamente), es el segundo destino internacional para realizar estudios por parte de los colombianos en el exterior en postgrado (por debajo de Estados Unidos de América, pero muy cerca, con una diferencia de menos de cien estudiantes), al igual, el servicio económico de la Embajada de Francia en Colombia, pero también el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, informaron a la opinión pública, que Francia es el principal país extranjero inversor en Colombia, con más de 300 empresas Francesas en Colombia, generando cerca de 150.000 empleos directos y siendo una de ellas de tecnología, que directamente emplea más de 7000 personas[1], muy por encima de España, Estados Unidos de América, Chile y China, que igualmente lideran esa lista.
Con estos datos, que es bueno conocerlos, no es de extrañar que se hayan generado asociaciones, cámaras de comercio binacionales, colaboraciones de diferente tipo, principalmente académicas y culturales, por supuesto, eventos académicos, culturales, sociales y afinidades políticas en torno a los derechos humanos, la paz y el medio ambiente. En el caso nuestro, en Santander, desde la creación y fortalecimiento de algunos programas académicos en la Universidad Industrial de Santander, como el caso de Ingeniería de Sistemas que contó con cooperantes franceses compartidos como profesores e instructores con la Universidad de los Andes en los años setenta y ochenta, hasta programas como ingeniería química, física, derecho y las ciencias humanas, que permitieron fortalecer lazos, que después se derivaron hacia otras universidades e instituciones de educación superior en la región, tanto públicas como privadas.
En los últimos años, regionalmente la colaboración con Francia ha tenido unos logros importantes, desde colaboraciones formales creadas, como el caso de CATAÏ (Colaboración Franco-Colombiana en Computación y Tecnologías Avanzadas de la Información[2], creada precisamente en la hacienda Catay en Piedecuesta), hasta relaciones descentralizadas entre Bucaramanga y Grenoble (Isère) en el que los alcaldes de ambos países, de diferentes orígenes políticos y diferentes gobiernos desde el 2012 vienen intercambiando y proponiendo proyectos interesantes. Igual ha pasado con Zapatoca y Crolles (Isère) que han logrado tener intercambios turísticos, culturales y campesinos. Hay muchas tantas más que no se podrían listar e incluso otras que seguramente desconozco, pero lo interesante es como en algunos casos se ha logrado impactar y visibilizar no solo ante los especialistas sino también hacia la comunidad general.
Precisamente, hace dos semanas, desarrollamos el IV Encuentro de Investigadores colombo franceses de la Asociación Colombo-Francesa de Investigadores, COLIFRI[3], una asociación creada desde hace ya varios años y en los cuales, igualmente hemos sido protagonistas desde su creación como región y que reúne a investigadores y académicos de ambos países en torno a varios ejes, que, desde la reflexión científica, impacta sobre la sociedad y el medio ambiente. El evento como tal, fue acogido tanto por la UIS como por la Universidad Autónoma de Bucaramanga (UNAB) con la presencia de más de cien participantes de ambos países. Los ejes temáticos de este año, muy pertinentes fueron: energías sostenibles, industria 4.0, inclusión social, desarrollo rural, cambio climático, salud, responsabilidad social, y memoria y paz.
Comúnmente se espera que un evento académico sea exclusivamente de ponencias y conferencias, pero, de la misma cultura (y civilización francesa, un término usado por los franceses), la confrontación de ideas y el debate para construir conocimiento es lo más importante, y en este caso, este IV Encuentro, como todos los anteriores, ofreció el espacio para eso: debatir, confrontar ideas, generar colaboraciones, fortalecer las existentes y plantearse nuevas preguntas y retos de las acciones binacionales. Este año, sin duda, más allá de la pandemia que transformó y aceleró procesos dejados de lado por mucho tiempo, el contexto económico y político global, así como la realidad medioambiental estuvo en el centro de todas las discusiones realizadas.
Si bien, podría detallar cada uno de los talleres y aún más, en los que estuve directamente involucrado, hay algo que me gustaría resaltar para la Revista Encuentros y es precisamente porque este evento se llama Encuentro y no congreso o conferencia o simposio (que si los tenemos por ejemplo en CATAÏ). En francés, encuentro (Rencontre) implica una conversación que más allá de la presencia. La conversación (o discussion en francés, que en español lo traducimos más como disputa) en estos espacios es un intercambio de ideas, ante todo crítico (en la cultura francesa la crítica y la confrontación de ideas no es algo malo, al contrario, lo malo es que no exista) con el fin de construir y no de convencer (otra gran diferencia con nuestra cultura hispanoamericana). El encuentro permite conocer al otro, darse a conocer, reconocer ideas, propuestas y también a partir de la razón, llegar a conclusiones que muchas veces son nuevas preguntas, pero que pueden llevar a soluciones, no ajenas a un contexto.
Para un lector, esto podría considerarse arrogante y muy típico de los franceses[4]. Sin embargo, cuando se conoce la cultura y civilización francesa, aunque no guste mucho este término entre los no-franceses como yo, se entiende la importancia de la conversación, el debate para construir, crear, proteger y colaborar. Las cifras que mostraba al inicio de este artículo no son solo fruto de intereses económicos, sino de la posibilidad de encontrarse y reconocer visiones comunes. Construir alianzas académicas para fortalecerse en ambos sentidos, por ejemplo, creando programas académicos nuevos, pero también generando propuestas de investigación e innovación de impacto global, con consecuencias económicas y sociales muy llamativas, como todo lo que se ha venido haciendo en torno a energías alternativas por científicos colombianos y franceses desde hace más de una década. Igual, la protección del medio ambiente y la generación de redes en los que los ciudadanos, campesinos, académicos y tomadores de decisiones garantizan una actividad económica sostenible, responsable, colaborativa y alternativa, disminuyendo la pobreza y la violencia, garantizando autonomía alimentaria, energética y por supuesto, sostenibilidad.
El encuentro permite conocer al otro, darse a conocer, reconocer ideas, propuestas y también a partir de la razón, llegar a conclusiones que muchas veces son nuevas preguntas, pero que pueden llevar a soluciones, no ajenas a un contexto.
¿Y la barrera del idioma? Bueno, he querido terminar este artículo que lo interesante entre el español y el francés, es la posibilidad y la facilidad de ese encuentro. El francés, es una lengua que para nosotros como hispanoparlantes se aprende fácilmente por las raíces comunes latinas. El aprender el francés (en un contexto adecuado que, aunque suene un poco publicitario, se encuentra perfectamente en las Alianzas Francesas) compromete el descubrimiento de una cultura que nos influye bastante, solo que lo ignoramos. La burocracia por ejemplo, aunque parezca una broma, es el aporte francés más extendido socialmente en el mundo, pero los mismos derechos humanos, modernos o la diplomacia, los juegos olímpicos modernos, el cine, palabras enquistadas en el español (beige, plafón, somier, neceser, canapé, la cómoda (para referirse a un tipo de armario), placard, cliché… entre tantas otras, aunque a la baguette, le decimos pan francés) y hasta el diferenciar la educación entre primaria, secundaria y superior (con todos sus matices desde lo técnico/artesanal, pasando por lo tecnológico hasta las universidades). Por otro lado, al francés le gusta hablar en español (es la segunda lengua más aprendida en Francia, después del inglés y desde hace una decena de años sobrepasó al alemán), por lo que en el encuentro, la conversación era multilingüística (o interlingüística) y multicultural. Al punto, que se puede decir que, si bien hay particularmente dos culturas, dos países y dos principales lenguas, en los encuentros no hay barreras y que, en este caso, no se ha querido decir que cada uno esta desde su lado, es decir, que son investigadores colombianos e investigadores franceses, sino que son investigadores colombo-franceses.
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[1] Los datos pueden consultarse en los portales de la Cámara Colombo Francesa de Comercio, y buscarse en diferentes portales económicos colombianos y franceses, o desde el sitio: https://www.france-colombia.com/
[2] Para más información www.catai.fr
[4] Al momento de escribir este artículo, escucho por la radio francesa, una broma dicha por locutores franceses respecto al partido en la final de la copa el mundo de futbol, Qatar 2022, entre Argentina y Francia, que es una batalla entre arrogancias más que deportiva.