“[…] vengo de la tierra de las mariposas amarillas y de la magia. Allí, en las montañas y valles de todos los verdes, no sólo bajan las aguas abundantes, bajan también los torrentes de la sangre. Vengo de un país de belleza ensangrentada”. Palabras con que el presidente Petro abrió el discurso en la Asamblea General de Naciones Unidas, en la cumbre 77 del 20 de septiembre de 2022. Un discurso coherente con los que ha venido planteando en campaña y en los primeros días de su gobierno. Un discurso salido del corazón de una tierra que ha sufrido no sólo la destrucción y contaminación de su biodiversidad, sino la muerte de sus hijos, hombres, mujeres y niños, a quienes les desgarraron la piel de sus sueños y sembraron la violencia y el desalojo en sus territorios.
Un discurso para el mundo, unas palabras que hablan de la verdad, de una realidad que rompió con la magia de la belleza y sembró los territorios de soledad. Miles de muertos y desaparecidos. Millones de víctimas de un conflicto que, como territorio, no nos pertenece. Una guerra contra las drogas que lo único que hizo fue sembrar de muerte los territorios de esa Colombia marginal, olvidada por el Estado. Petro convoca a acabar con la actual política antidrogas; la guerra contra las drogas ha sido un fracaso. Desde que el 17 de junio de 1971 el presidente Richard Nixon la acuñara en una de sus conferencias de prensa –y aceptando la imprecisión de Petro, al mencionar que esta lucha tiene cuarenta y no cincuenta y un años–, la guerra contra las drogas ha sido un proceso judicial de estigma sin soluciones sociales, logísticas y pragmáticas. Lo mismo ha pasado con la lucha contra la crisis climática. A pesar que el mundo científico ha planteado la gravedad del cambio climático, la comunidad internacional no ha sido capaz de definir políticas específicas que permitan luchar contra el cambio climático, es decir, organizar logística y políticamente al mundo en torno al cambio de sus prácticas de vida para con el planeta. El presidente Petro planteó, igualmente, que salvar la selva amazónica es salvar la vida en el planeta.
“La guerra nos sirvió de excusa para no tomar las medidas necesarias. Cuando más se necesitaban las acciones, cuando los discursos ya no servían, cuando era indispensable depositar los dineros en los fondos para salvar la humanidad, cuando había que alejarse cuanto antes del carbón y del petróleo, se inventaron una guerra, y otra y otra. Invadieron Ucrania, pero también Irak, y Libia y Siria. Invadieron en nombre del petróleo y del gas. Sólo en paz podremos salvar la vida en esta, nuestra tierra. No hay paz total, sin justicia social, económica y ambiental”, afirmó en su conferencia, centrada en la relación del cultivo de la droga con la biodiversidad, y con la violencia, con la destrucción en el seno de la vida.
“La guerra nos sirvió de excusa para no tomar las medidas necesarias. Cuando más se necesitaban las acciones, cuando los discursos ya no servían, cuando era indispensable depositar los dineros en los fondos para salvar la humanidad, cuando había que alejarse cuanto antes del carbón y del petróleo, se inventaron una guerra, y otra y otra. Invadieron Ucrania, pero también Irak, y Libia y Siria. Invadieron en nombre del petróleo y del gas. Sólo en paz podremos salvar la vida en esta, nuestra tierra. No hay paz total, sin justicia social, económica y ambiental”
Un discurso para la historia que ha trascendido las tardes impávidas del organismo internacional. Unas palabras que definen una mirada frente a la crisis que vive el mundo y que afecta a toda la humanidad, desde la voz de un país que desea ser protagonista del discurso, que se entiende inmerso en el entorno para producir un discurso. Una verdad que los poderes mundiales no quieren reconocer, pero con claridad y conocimiento, el jefe de Estado colombiano deja ante la comunidad internacional un mensaje del compromiso que tienen de proteger la casa común, la casa de todos.
El llamado a los países del primer mundo busca abrir caminos de solidaridad y cooperación. Aportar recursos para detener los efectos del cambio climático y detener la guerra, allí donde se reactiva la producción del petróleo, el gas y el carbón para blindarse ante los efectos del conflicto, aunque con profundos impactos sobre el aumento de temperatura del mundo. La crisis global es muy grave. Cada día aumentarán las intensidades de lluvias e inundaciones y se producirán aumentos de temperatura e incendios. La deforestación en el pulmón del mundo avanza. El hambre crece y la guerra dinamiza la utilización de los combustibles fósiles. Todo se une, para hacer cada día menos posible la vida en el planeta.
Su disertación en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), como jefe de Estado del país, tiene un gran significado para América Latina. El subcontinente crece en la consolidación de las democracias, donde el llamado progresismo toma vigencia para hacer posible la solidaridad y fraternidad entre los pueblos de esta América. Son cuarenta y cinco días del gobierno de Petro para una postura ante la ONU, que representa la dignidad de los pueblos de América y un trabajo que demuestra el nivel de compromiso con el pueblo colombiano. Un discurso trasnacional, centrado en la mirada sobre lo urgente y trasversal a las naciones, hecho desde un lugar en el mundo y usando una voz que se aleja de quienes pensaban que el momento a repetirse sería el de: “Ayer el diablo estuvo aquí, huele a azufre todavía”, como todavía se recuerda la intervención del expresidente venezolano Hugo Chávez.
El llamado a los países del primer mundo busca abrir caminos de solidaridad y cooperación. Aportar recursos para detener los efectos del cambio climático y detener la guerra, allí donde se reactiva la producción del petróleo, el gas y el carbón para blindarse ante los efectos del conflicto, aunque con profundos impactos sobre el aumento de temperatura del mundo.
Conseguir una paz verdadera y definitiva, cumpliendo el Acuerdo de Paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el inicio de los diálogos con el Ejército de Liberación Nacional (ELN); los diálogos regionales vinculantes, que son expresión de la participación ciudadana que buscan lograr acuerdos e incluir proyectos de impacto en el territorio en el Plan Nacional de Desarrollo; la apertura de la frontera con Venezuela; la apuesta a la educación, la ciencia, la tecnología y la cultura, como ejes dinamizadores del conocimiento y las calidades humanas; la reforma a la salud, que prioriza la salud pública para lograr mayores coberturas; la defensa del medio ambiente con políticas de Estado que frenen la deforestación y la destrucción de la biodiversidad; la reforma rural integral y el fortalecimiento del Banco Agrario; la lucha contra el hambre, la desigualdad y la corrupción, son parte de ese compromiso que pretende consolidar un Estado social de Derecho y hacer de este el país de los siete colores, un territorio donde quepan todos, donde se destierre el odio y la violencia y donde renazca la fraternidad, la solidaridad y la felicidad. En un discurso se escucha un sueño; en la vivencia del sueño nace la verdad, el perdón y la reconciliación.