“Somos seres para la muerte”, nos dice el gran filósofo alemán Martin Heidegger (1889-1978). Pero parece ser que, si algo le aterra al ser humano, es pensar en la muerte, pareciera que todos quisiéramos ser eternos. Por ello hablar de la eutanasia, o del derecho a morir dignamente, asusta. En mi familia se angustian cuando les cuento que desde hace más de treinta años soy miembro de la Asociación del derecho a morir dignamente [1], o que hace varios años firmé e hice autenticar en una notaría mi decisión de optar por la eutanasia en caso de ser diagnosticada con enfermedades graves, incurables como cánceres, Alzheimer, demencia senil y otras enfermedades que me impidieran tomar mis propias decisiones, que me Ocasionaron gran sufrimiento a mí, a mi familia, y grandes costos a mi Empresa Prestadora de Salud (EPS). En fin, cuando vivir no tuviera ningún sentido y si fuera un gran problema para la sociedad.
La eutanasia ha existido desde la antigüedad, incluso la palabra viene de dos conceptos griegos antiguos: eu , que quiere decir bien, bueno, dulce, feliz; y thanatos , que significa muerte. La buena muerte, la muerte apacible. Diógenes Laercio, en su obra Vida de filósofos ilustres , nos cuenta que era discutida y practicada por los intelectuales de su época. Los estoicos pensaban que la puerta siempre estaba abierta cuando el peso de la vida se hacia intolerable. Y Montaigne, en el siglo XVI, admitía la eutanasia con estas palabras: “Dios nos da licencia cuando nos pone en un estado tal que el vivir es para nosotros peor que el morir”.Nada mejor para rastrear el pensamiento de los filósofos a los largo de los siglos sobre la eutanasia, que el artículo del filósofo y teólogo español Enrique Miret Magdalena, “Eutanasia, filosofía y religión” [2 ] , donde hace un recuento de la manera como se fue mirando el tema de la eutanasia a partir de los siglos, mostrando que, en general, la religión se opuso siempre a ella, mientras que los pensadores más liberales la aprobaron, pero que fue sólo a partir del siglo XIX cuando el tema de la eutanasia empezó a discutirse con mayor libertad.
Pero, ¿por qué tanto temor a la muerte? Los creyentes en un ser superior han sido educados con la idea de que Dios es el autor de la vida y de la muerte. Durante muchos años yo también lo pensé así. Pero, reflexionando, he ido poco a poco comprendiendo que ese tal Dios sería terriblemente cruel e injusto al permitir, por ejemplo, que nazcan personas con problemas genéticos que les van a causar con el tiempo terribles enfermedades, o que se complaciera en ver a millas de personas postradas por años con ACV o Alzheimer sin entender nada del mundo, o con terribles cánceres y otras enfermedades incurables, conservando años y años porque el tal Dios no ha dispuesto llamarlas a habitar su reino.Un Dios así, si se mira con racionalidad, sería un ser absolutamente cruel, inhumano e injusto porque, entre otras cosas, a veces se lleva a criminales sin ningun sufrimiento. Una persona en alguna ocasión me explicó que ese Dios que yo veía tan injusto lo que estaba buscando era evitarle al enfermo un sufrimiento en el más allá. Y entonces, comentaba un colega, por eso sería que al criminal Pablo Escobar se lo llevó de un tiro en la cabeza para que tuviera una muerte sin dolor y luego las pagara todas en el otro mundo. Pero comentando lo mismo con un sacerdote, me dijo: —¿Y quién es usted para leer las conciencias? —a lo que, claro, añadí yo—: Ese señor podría estar muy arrepentido de sus crímenes, y mejorarse comprarse hasta a mi diosito para evitar la extradición.por eso sería que al criminal Pablo Escobar se lo llevó de un tiro en la cabeza para que tuviera una muerte sin dolor y luego las pagara todas en el otro mundo. Pero comentando lo mismo con un sacerdote, me dijo: —¿Y quién es usted para leer las conciencias? —a lo que, claro, añadí yo—: Ese señor podría estar muy arrepentido de sus crímenes, y mejorarse comprarse hasta a mi diosito para evitar la extradición. por eso sería que al criminal Pablo Escobar se lo llevó de un tiro en la cabeza para que tuviera una muerte sin dolor y luego las pagara todas en el otro mundo. Pero comentando lo mismo con un sacerdote, me dijo: —¿Y quién es usted para leer las conciencias?—a lo que, claro, añadí yo—: Ese señor podría estar muy arrepentido de sus crímenes, y mejorarse comprarse hasta a mi diosito para evitar la extradición.
¡Qué horror! Si Dios existiera debería tener ocupaciones mucho más interesantes que estar decidiendo a qué persona darle la estocada final. Quizá ese Dios que todos buscamos sea la “energía cósmica”, o puro pensamiento, como lo planteó Aristóteles.
Y en cuanto a los temas del más allá, que a muchas personas las angustian, bien por la educación religiosa que han recibido, o bien porque como dicen algunos “es imposible que todo termine con la muerte”, tristemente y por duro que suene, esto parece ser nuestra única oportunidad, nuestra única vida, por ello hay que vivirla lo mejor posible, hay que aprovecharla en el mejor sentido de la palabra, dejando a nuestro paso huellas positivas, pero conscientes de que no somos eternos, que la muerte es nuestro destino, como morirá un día nuestro planeta, nuestro sol, nuestra galaxia, pero nuevas estrellas y nuevas galaxias seguirán naciendo porque, según los cosmólogos, el universo parece ser infinito [3 ] .Esto es lo que lleva a muchos investigadores a postular la idea de que en ese infinito universo podrían haber muchas formas de vida y seres inteligentes, capaces de comportarse mejor que los habitantes del planeta Tierra.
Y volviendo al tema de la eutanasia, no podemos olvidar que la vida nos pertenece y nadie puede atentar contra ella, de ahí la importancia de dejar por escrito y ojalá autenticada nuestra decisión de optar por ella antes de que perdamos el control sobre nosotros mismos, porque si no lo hacemos nadie puede solicitarla en nuestro nombre. Lo más aconsejable es tomar la decisión antes de que sea demasiado tarde. Ir a una notaría y hacer autenticar nuestro deseo de recibirla.
[…] esto parece ser nuestra única oportunidad,
nuestra única vida, por ello hay que vivirla lo mejor posible,
hay que aprovecharla en el mejor sentido de la palabra,
dejando a nuestro paso huellas positivas,
pero conscientes de que no somos eternos,
que la muerte es nuestro destino,
como morirá un día nuestro planeta, nuestro sol, nuestra galaxia […]
Sin olvidar el sufrimiento y desgaste que le ocasionaríamos a nuestras familias cuando no hemos optado por la eutanasia, cuántos niños podrían ser curados, cuantas personas con enfermedades curables podrían salvarse si las EPS no tendrán que gastar millones en atender enfermos incurables o personas postradas por años y años con Alzheimer o ACV.
Para terminar, quisiera recordar a mis lectores que la Iglesia Católica acepta la eutanasia en el sentido “de la muerte asistida”, no del “suicidio asistido”. Es decir que, si la persona la ha solicitado, en caso de gravísima enfermedad incurable, y de pérdida de sus facultades mentales, los médicos pueden con la constancia de la solicitud y el visto bueno de la familia, ayudarla a morir poco a poco, disminuyendo los medicamentos, la alimentación y ayudándola a irse de este mundo sin mucho sufrimiento. Mientras que el “suicidio asistido”, o lo que llaman la inyección letal, no es aceptado.
Algunas EPS, por ejemplo UIS Salud, a la que yo pertenezco, si un paciente gravísimo y con enfermedades incurables presenta su constancia de haber solicitado la eutanasia, sólo le aplican “la muerte asistida”, como bien me lo explicó el doctor Gómez, director de dicha EPS.
[1] Fundación por Derecho a Morir Dignamente (DMD), afiliada a la Federación Mundial de Sociedades por el Derecho a Morir Dignamente. https://dmd.org.co/
[2] Miret Magdalena, Enrique (2003, enero-marzo). Eutanasia, filosofía y religión. Humanitas, Humanidades Médicas , 1(1), pp. 97-104. Recuperado de: https://derechoamorir.org/wp-content/uploads/2018/06/eutanasia-filosofia-y-religion.pdf Ver también: Gafo, Javier (1990). La eutanasia. El derecho a una muerte humana . Madrid, Temas de Hoy, 236 p.; Kung, Hans y Walter Jens (1997). Morir con dignidad. Un alegato a favor de la responsabilidad . Madrid, Trotta, 94 p.
[3] Hamuy, Mario (2018). El universo en expansión . Santiago de Chile, Debate, 128 p. Se encuentra también en Amazon, edición Kindle.