El 28 de junio de 2022 miles de personas acudieron al Teatro Gaitán en la ciudad de Bogotá. En diversos lugares del territorio nacional otros miles se congregaron para ver la trasmisión de lo que ocurría en ese teatro. Los espacios virtuales y las redes sociales también fueron visitados ampliamente para comentar lo que estaba ocurriendo: ¿qué motivó está atención colectiva?
Cien años de soledad, sesenta de conflicto armado, cuatro años de escucha, análisis e investigación. El 28 de junio sintetizó el trabajo arduo de análisis del conflicto armado a través de la escucha de más de 30 000 personas[1] de todas las orillas políticas y sociales, culturales, religiosas, de etnia, edad y género que voluntariamente se atrevieron, a pesar del miedo, el dolor y la indignación, a abrir su historia y su vida para entregar una verdad al país. No sólo lo hicieron las víctimas y quienes actuaron en defensa de la vida, sino también quienes han empuñado las armas o quienes han impulsado o facilitado el conflicto, y también aquellos que silenciaron u omitieron cuando tendrían que haber actuado. Un encuentro de voces, no sólo las de los cuatro años de la Comisión, sino las que venían sin descanso desde décadas luchando contra el olvido. Una sinfonía dolorosa que ahora debe conmover al país entero.
Hace sentido entonces que el 28 de junio la expectativa estuviera concentrada alrededor de una proclama: ‘Hay futuro, si hay verdad’. Esa fue la consigna con la que la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición de Colombia (Comisión de la Verdad, CEV), nombró el informe que entregó al país[2]. La Comisión[3] es una de las tres instituciones del Sistema Integral para la Paz[4] que tiene origen en el punto quinto del Acuerdo para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una paz estable y duradera. Es una institución estatal, autónoma y extrajudicial, encargada del esclarecimiento sociohistórico de la verdad sobre las causas del conflicto armado en Colombia y los factores que han permitido su persistencia para plantear recomendaciones hacia la No Repetición.
El informe representa un “llamado”[5] para un país con casi seis décadas en medio de una guerra, que ha dejado al menos 9 millones de víctimas[6], 80 % de éstas, civiles no combatientes (Comisión de la Verdad, 2022a, p. 9). Sólo para dimensionar, si se permite una comparación en dos contextos de guerra muy distintos, visto desde cifras tímidas y a penas aproximadas, es posible decir que en Colombia hemos tenido más de un Holocausto[7].
” El informe representa un ‘llamado’ para un país con casi seis décadas en medio de una guerra, que ha dejado al menos 9 millones de víctimas, 80 % de éstas, civiles no combatientes “
Aunque estos datos nos acercan a la realidad de la tragedia vivida, y así reducen la miopía sobre lo ocurrido, las cifras tienden a trivializar la barbarie y convertir a las víctimas en una masa de cuerpos anónimos (Buergenthal, 2008, pp. 10-11). Esto lo explica lúcidamente José Freire en el prefacio para la tercera edición de El hombre en búsqueda de sentido, escrito por Viktor Frankl en 1946, uno de los sobrevivientes de los campos de concentración de Auschwitz: “[…] el panorama cambia radicalmente si, ante cada tumba, el espectador juega con la imaginación y percibe un sinfín de vidas malogradas: en ese hueco podría yacer una persona, que en plenitud de energías, emprendía un prestigioso proyecto profesional…; aquí, una madre que ha muerto con la angustia de ignorar cuál ha sido la suerte de sus hijos arrancados de su regazo…; allá –uno junto al otro–, un matrimonio, un hombre y una mujer, que tras sortear los avatares de una larga existencia, esperaban con sosiego envejecer juntos… […] todavía más allá, el cuerpo inerme de un niño o una niña que aún conserva la sonrisa, helada, de una vitalidad en expansión” (Freire, 2021, p. 9).
En medio de este árido panorama, con la entrega del informe de la Comisión de la Verdad se abrió una puerta hacia una nueva oportunidad, en el tiempo y en el espacio prolongado de la desgastada guerra, para conocer lo que nos ha pasado y, sobre todo, por qué ha pasado, para no estar más condenados a repetirlo. Así que, de fondo, una de las preguntas que surgen después de la entrega del informe de la Comisión al país es: ¿qué verdad entregó la Comisión al país? y ¿qué implicaciones tiene para la paz y para el futuro de Colombia este informe?
El informe es inmenso, como lo ha sido el conflicto armado que explica y sus consecuencias. Está compuesto por diez volúmenes y una declaración, a través de los cuales se analiza la guerra desde 1958 hasta 2016.
A través de los capítulos entregados hasta el momento[8] se va distinguiendo la verdad entregada. Esta es una Colombia herida, es el primer hallazgo que presenta el informe en el capítulo de síntesis, en su declaratoria. Esto significa no únicamente que hemos sido un país con afectaciones profundas, sino que nos hemos convertido en un país en “modo de guerra”, “atrapados en los comportamientos de guerra” (Comisión de la Verdad, 2022a, pp. 58, 59). Es decir, que la forma de vínculo y relacionamiento que se ha consolidado ha sido la estigmatización y exclusión de quienes piensan distinto y su catalogación como “enemigos”. Desde aquí, nos cuestiona como sociedad: hay algo en nuestra manera de relacionarnos que favorece y perpetúa la guerra. El informe nos habla, en la cara, de una sociedad excluyente, con problemas estructurales nunca resueltos: la inequidad, el racismo y el patriarcado.
Sobre las causas del conflicto, se descarta la obsesión por encontrar la causa primigenia, más bien lo que expresa es un conflicto multicausal, con un eje central que ha sido la disputa por el poder político y económico, con un motor fundamental en las economías de las drogas. Un conflicto armado que se mantuvo en medio de un modelo democrático fuerte, lo cual conlleva a uno de los principales interrogantes: ¿cómo pudo seguir funcionando el régimen político, que incluso es un referente en términos constitucionales en el mundo, mientras se vivía una guerra tan profunda?
Desde allí, hace un llamado a sacar las armas de la política y “tomar distancia de los que meten fusiles en la política” (Comisión de la Verdad, 2022a, p. 10). Es un llamado a la vía democrática para el cambio social, que no pretende cambiar el debate entre quienes quieren cambiar el statu quo y quienes quieren mantenerlo, pero no por la vía de las armas.
La Comisión plantea que el conflicto armado interno se ha consolidado a través de un “entramado complejo” (Comisión de la Verdad, 2022a, pp. 43-44) de vínculos y alianzas alrededor de intereses por el poder político y económico, donde ha habido millones de perdedores, pero también ganadores o beneficiarios. Es decir, que los brazos del conflicto han llegado a comprometer a una parte importante del país y de sectores económicos, políticos y sociales.
¿cómo pudo seguir funcionando el régimen político, que incluso es un referente en términos constitucionales en el mundo, mientras se vivía una guerra tan profunda?
Las explicaciones de fondo, las que nos ayudan a comprender los por qué, pasan también por el modelo económico que ha privilegiado la exclusión, la inequidad, el empobrecimiento de amplios grupos poblacionales y el despojo de tierras. También, por el modelo de seguridad privada que ha favorecido el entrenamiento y la entrega a de armas a civiles por parte de las fuerzas oficiales del Estado, lo que implica, entre otras cosas, que un bien público haya quedado limitado a quienes tienen los recursos para acceder al mismo.
La Comisión de la Verdad reconstruye las violaciones a los Derechos Humanos (DD. HH.) y las infracciones al Derecho Internacional Humanitario (DIH), para mostrar que incluso los límites de la guerra fueron excedidos en la barbarie del conflicto armado: desapariciones forzadas, secuestros, desplazamientos forzados, despojos, masacres, las ejecuciones extrajudiciales –más conocidas como “falsos positivos”–, reclutamientos, violencias sexuales y asesinatos de niños y niñas, o acciones de “limpieza social”, una denominación que pretende ocultar lo que sucedía de fondo: un exterminio social de la diferencia, desde el prejuicio y el desprecio, avivado dentro de los órdenes armados. En la tragedia que se vislumbra a través de estos hechos y casos, hubo víctimas de todos los lados, con distintas afectaciones. La Comisión de la Verdad visibiliza, por ejemplo, las graves afectaciones sobre el campesinado, sobre los indígenas, negros, afrocolombianos, raizales, palenqueros y rrom, la situación de vulnerabilidad de los niños y niñas y de las personas empobrecidas. Todo esto ocurrió en medio de un negacionismo persistente y una vasta impunidad, que deben ser vencidos para no volver a permitir la ignominia que imponen los órdenes armados.
El informe revela cómo quienes provocan la infamia tienen objetivos a muy largo plazo. Cuando se ven los hechos con cierta distancia, se hacen evidentes estos patrones. Así ha ocurrido, por ejemplo, con los procesos de despojo de tierras y reconfiguración de territorios. Los títulos no fueron concedidos por un Estado que ha actuado de manera diferenciada frente a los territorios; luego las tierras fueron despojadas y décadas después esos territorios han sido reconfigurados alrededor de grandes proyectos y macroproyectos económicos, con gran usufructo para los benefactores. Pero si la infamia actúa a largo plazo, los esfuerzos de paz y las resistencias de las víctimas y de quienes hacen su apuesta por la convivencia pacífica no se quedan atrás, sus luchas, reivindicaciones movidas desde la dignidad, nos muestran cómo se puede persistir y transformar el dolor en oportunidades de reconciliación y no repetición. Les dan un sentido transformador a sus vivencias y nos enseñan que no hay división cuando nos paramos, desde la empatía, en el lugar de al menos una de esas millones de personas que tiene la potencia y la capacidad moral para hablarnos y movernos hacia un futuro donde las nuevas generaciones no estén condenadas a la repetición de los ciclos violentos. Ahí está el lugar de la esperanza que abrió el 28 de junio.
¿Qué hacer con lo hallado? ¿Qué sigue ahora?
Además del objetivo de esclarecimiento, que se concretó a través de la entrega del informe, los otros objetivos de la Comisión han sido el diálogo social, la convivencia y la No Repetición. Estos continúan hasta finales de agosto, cuando la Comisión termina su vigencia institucional. Y sigue el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y Garantías de No Repetición. Hay que recordar que la Comisión es una de las tres instituciones que hacen parte de este sistema y su labor no se entiende por fuera de su engranaje la Jurisdicción Especial para la Paz, que es el componente jurídico para la investigación y sanción de los máximos responsables de graves crímenes, y la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas, dedicada a encontrar a quienes permanecen desaparecidos y así cerrar el tortuoso vilo de sus familiares y sus comunidades.
La Comisión ha sido una oportunidad y debe ser una plataforma que recoge y que catapulta una verdad construida desde todos los rincones, voces e incluso silencios, porque como la Ley de Víctimas y el Acuerdo de Paz, la Comisión es resultado del esfuerzo de las víctimas y las organizaciones sociales y defensoras de Derechos Humanos. Así que el camino sigue y no se agota. Sigue la apropiación social de los hallazgos del informe y el reconocimiento, el desafío de ver lo que no hemos querido ver, por vergüenza o por miedo a confrontar la inconmensurabilidad del sufrimiento vivido. Da miedo, porque la guerra ha sido hecha en parte a través del terror, como una forma de control del territorio de la población. Así que la tarea consiste en parte en atravesar ese miedo, desde la dignidad, desde la empatía que pueda romper la apatía colectiva y la anestesia emocional que nos ha permitido normalizar esta violencia y con la cual nos cuestiona la Comisión de la Verdad a través de una pregunta: “¿Qué pasó con la sociedad y el Estado mientras esto ocurría?” (Comisión para la Verdad, 2022a, p. 19).
En la tradición Mahāyāna, una de las dos ramas principales del budismo, se habla de la “barca compartida”, el despertar conjunto. Cuando una persona despierta, ayuda a despertar a otras, y hasta que todos no estemos despiertos, no podremos comprender que, de fondo, el otro, la otra, somos nosotros mismos. Lo que cada ser humano hace se replica como un reflejo: tal vez en tus circunstancias, habiendo vivido lo que has vivido, yo pensaría como tú. Entonces la Comisión de la Verdad podría ser una barca compartida a través de la verdad, con puerto al futuro.
Así que ¿dónde empezar a navegar? La invitación es a “caer por la madriguera” del informe de la Comisión a través de la lectura del informe o su comprensión a través de las múltiples ventanas, espejos y formatos que se han dispuesto través de la plataforma digital dispuesta por la institución. Seguir preguntando, seguir comentando, seguir el diálogo social alrededor de este informe, y de cómo lograr una visión conjunta de país sobre desde nuestras diferencias.
Bibliografía
Buergenthal, T. (2008). Un niño afortunado. Barcelona, Plataforma.
Comisión de la Verdad (2022a, junio 28). Hay futuro, si hay verdad: Informe final. Volumen: Convocatoria a la paz grande: Declaración pública. Bogotá, Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV), 61 p. https://www.comisiondelaverdad.co/convocatoria-la-paz-grande-0
Comisión de la Verdad (2022b, junio 28). Hay futuro, si hay verdad: Informe final. Capítulo 1: Hallazgos y recomendaciones. Bogotá, Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV), 896 p. https://www.comisiondelaverdad.co/hallazgos-y-recomendaciones-1
Comisión de la Verdad (2022c, junio 28). Hay futuro, si hay verdad: Informe final. Capítulo 2: Cuando los pájaron no cantaban. Historias del conflicto armado en Colombia: Volumen testimonial. Bogotá, Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV), 514 p. https://www.comisiondelaverdad.co/cuando-los-pajaros-no-cantaban
Freire, J. B. (2015, 2021). Prefacio, en: Frankl, V. El hombre en busca de sentido; 3ª edición, 13ª reimpresión. Barcelona, Herder, pp. 9-27.
Hilberg, R. (2005). La destrucción de los judíos europeos [1961, 1968]. Madrid, Akal, 1445 p.
[1] La Comisión de la Verdad escuchó a más de 30 000 personas a través de 14 000 entrevistas individuales y colectivas. También recibió más de mil informes de instituciones públicas, organizaciones privadas y movimientos sociales.
[2] Ver y navegar en: https://www.comisiondelaverdad.co/hay-futuro-si-hay-verdad
[3] Las otras dos instituciones son la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD). La Comisión de la Verdad es la institución más corta en temporalidad en el sistema, con tres años iniciales para cumplir con sus objetivos. Este tiempo fue ampliado en el año 2021 a través de una decisión de la Corte Constitucional que decidió prolongar siete meses la vigencia de la Comisión (Sentencia C-017 de 2018). La JEP y la UBPD continúan con su labor por al menos una década más.
[4] Sistema Integral de Verdad, la Justicia, Reparación y Garantías de No Repetición.
[5] Así se titula el primer apartado de la Declaración entregada por la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad como parte de la entrega del informe.
[6] Las cifras son cambiantes de acuerdo a las fuentes. Esta es una cifra presentada por el informe de la Comisión de la Verdad (Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, 2022, pág. 45)
[7] Las cifras aproximadas del Holocausto hablan de entre 5 y 6 millones de víctimas mortales. Ver, por ejemplo, las memorias y los textos de Raul Hilberg, historiador austriaco de origen judío que huyó del Holocausto a los trece años, quien estudió las implicaciones ideológicas y sociales de la Primera Guerra Mundial en el contexto alemán (Hilberg, 2005).
[8] La Comisión ha presentado el informe final como un tomo editado y subtitulado Convocatoria a la paz grande, la declaración del informe en español e inglés, subdividido en documentos consultables que corresponderán a los diez capítulos del informe. A la fecha, se han publicado los capítulos: Hallazgos y recomendaciones (cap. 1); Cuando los pájaros no cantaban: historias y fragmentos del conflicto armado en Colombia (cap. 2, volumen testimonial); No es un mal menor: niños, niñas y adolescentes en el conflicto armado (cap. 3), y La Colombia fuera de Colombia: las verdades del exilio (cap. 4). Los dos primeros fueron fechados con la fecha de la declaración, del 28 de junio, y los restantes en julio de 2022. Los documentos están acompañados por un diseño virtual intermedial en el que los usuarios pueden navegar por testimonios en audio y video, infografías, testimonios fotográficos y otras herramientas de contacto con la experiencia. En el presente documento se hace referencia a la declaración y se advierte el enfoque de los dos primeros capítulos.